"LA FÁBULA DE LOS TRES ANILLOS" de Lessing
La siguiente fábula fue escrita por el filósofo alemán Gotthold Ephraim Lessing en su obra teatral "Natán el sabio". Un texto útil para leer en clases a fin de abordar temas como la tolerancia, el diálogo interreligioso, la naturaleza de la religión, el concepto de verdad y la conexión entre la racionalidad y sus efectos prácticos. El libro de Arsenio Ginzo Fernández, "Protestantismo y filosofía", nos permite conocer mejor el contexto vital en el que se escribió dicha obra: Lessing es un filósofo Ilustrado, pero interesado en las cuestiones teológicas, que cuestiona el dogmatismo luterano. Crítico de la intolerancia religiosa y del excesivo culto a la letra de la Biblia, Lessing considera que la religión se caracteriza por el privilegio de la acción práctica y de las buenas obras, toda vez que esta no puede sustentarse en el conocimiento teórico. "Natán el Sabio" se publica luego de que el gobierno de Braunschweig prohibiera el libro de Lessing "Fragmentos" en 1778. Los "Fragmentos" ponían a la luz parte de la obra del teólogo Reimarus que proponía una interpretación racional de la Biblia. Para Lessing era importante dicha publicación, pues estaba convencido de que el gran problema del cristianismo "debía ventilarse en el terreno de la libre investigación" (Ginzo 2000:64). Al no lograr su cometido, prosiguió su crítica a través de la literatura, de la que es fruto "Natán el sabio". En dicha obra, la fábula de los tres anillos es relatada por el personaje Natán ante la pregunta del Sultán Saladino acerca de cuál es la religión verdadera.
Natan- Hace muchos años, vivía en oriente un hombre que poseía un anillo de valor incalculable. Se trataba de un ópalo que reflejaba cien bellos colores y que tenía la fuerza secreta de hacer amado a los ojos de Dios y de los hombres a quien lo llevara con esa confianza. ¿Quién se extrañará que aquél varón de oriente nunca quisiera dejar de tener ese anillo en su dedo, y de que tomara la decisión de conservarlo eternamente en su casa? Y lo hizo del siguiente modo: dejó el anillo al predilecto de sus hijos, estableciendo que este, a su vez, lo legara al que fuese su hijo predilecto, y que el predilecto, sin tomar en cuenta el nacimiento, se convirtiera siempre, solo en virtud del anillo, en cabeza y príncipe de la casa. ¿Me escucháis Sultán?
Saladino- Te escucho. ¡Prosigue!
Natán- Y así, de hijo en hijo, llegí finalmente el anillo a un padre que tenía tres hijos, a los cuales quería por igual. Unas veces le parecía más digno del anillo el mayor, otras el mediano y otras el pequeño, según se encontraba a solas con cada uno. Así que tuvo la debilidad de prometer el anillo a cada uno de ellos. Y así fueron yendo las cosas. Pero llega la hora de la muerte, y el padre se sume en la duda. Le duele ofender a dos de sus hijos. ¿Qué hacer? En secreto, encarga a un artesano fabricar otros dos anillos tomando como muestra el suyo, ordenando que no se repare en precio ni en esfuerzo para conseguirlos completamente iguales. El artesano lo consigue. Ni el padre mismo puede distinguir el original. Satisfecho, llama cada uno de sus hijos por separado. A cada uno le da la bendición y el anillo, y muere. ¿Estás oyendo Sultán?
Saladino- Continúa con tu fábula.
Natán- Ya he acabado. Porque lo que sigue se deduce necesariamente de lo anterior. Apenas muerto el padre, viene cada hijo con su anillo pretendiendo ser el príncipe de la casa. Cada uno defiende su derecho, pero resulta imposible demostrar cuál es el anillo verdadero (Silencio). Casi tan imposible como demostrar cuál es la fe verdadera.
Saladino- ¿Esa es tu respuesta a la pregunta que te hice?
Natán- Yo no me atrevería a distinguir entre los anillos que aquel padre hizo fabricar con intención de que no se les distinguiera.
Saladino- No juegues conmigo. A las religiones bien se las puede distinguir. ¡Hasta por la comida y la bebida!
Natán- Pero no por sus fundamentos. ¿No se basan las tres en la historia? Y la historia, ¿acaso no hay que aceptarla solo por fe? ¿No? Bueno, pues ¿cuál es la fe de que duda uno menos? ¿No es la fe de los suyos, la de aquéllos cuya sangre llevamos, la de aquellos que desde nuestra infancia nos dieron pruebas de su amor y no nos engañaron nunca, salvo cuando nos convenía ser engañados? ¿Por qué voy a creer yo a mis padres menos que tú a los tuyos? O al revés. ¿Puedo yo exigirte que niegues las convicciones de tus antepasados para que no contradigan a las de los míos? O al contrario. Y lo mismo vale para los cristianos. ¿O no?
(Saladino guarda Silencio)
Natán- Volvamos a los anillos. Los hijos se querellaron y cada cual juró ante el juez haber recibido el anillo directamente de manos de su padre. Y era verdad. Cada cual juró que antes había recibido la promesa de gozar el anillo auténtico. Y también era verdad. Cada uno juraba que el padre no podía haber sido falso con él. Antes de recelar del padre, tan querido, antes de eso cada cual prefería tachar den juego sucio a sus hermanos, por mucho que los amase, y cada cual clamaba venganza.
Saladino- ¿Qué hizo el juez entonces?
Natán- El juez dijo: "Como no me traigáis aquí sin más dilación a vuestro padre, os expulso de mi tribunal. ¿Os habéis creído que estoy aquí para resolver acertijos? ¿O es que estáis aguardando hasta que el verdadero anillo diga esta boca es mía? Pero un momento. Me dijisteis que el auténtico anillo posee la fuerza maravillosa de hacer a quien lo posee amado de Dios y de los hombres. Sea esto lo que decida. Porque los anillos falsos no tendrán ese poder. Veamos: ¿quién de vosotros es el más amado por los otros dos? Venga, decid. ¿Calláis? ¿Es qaue cada uno de vosotros a quien más ama es a sí mismo? Oh, luego los tres sois estafadores estafados. Ninguno de los tres anillos es auténtico. Seguramente se perdió el auténtico, y el padre mandó hacer tres para ocultar la pérdida".
Saladino- Soberbio.
Natán- "Así pues", prosiguió el juez, "si preferís mi sentencia a mi consejo, marchaos". Mi consejo, sin embargo, sería este: tomad las cosas como os las encontráis. Cada cual recibió del padre su anillo, pues cada cual crea que su anillo es el auténtico. Una cosa es segura: que os amaba a los tres, y os amaba por igual, por lo que no quiso postergar a dos para favorecer a uno. Pues bien, imite cada cual el ejemplo de su amor. Esfuércese cada uno de vosotros por manifestar la fuerza de la piedra de su anillo. Venga en nuestra ayuda esa fuerza como dulzura, como tolerancia, como buen obrar, como sumisión a Dios. Y cuando luego, en los hijos de vuestros hijos, se manifiesten las fuerzas de las piedras, para aquel entonces, dentro de millones de años, os cito de nuevo ante este tribunal. Entonces se sentará en esta silla un hombre más sabio que yo. Marchaos". Esto es lo que dijo aquel juez modesto".