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PROGRES Y CONSERVAS (II): UNA FE COMÚN

Publicado: 2019-09-12

Progresistas y conservadores -quieran estos aceptarlo o no- son hermanos en la común fe. Que entre ellos se odien, se rechacen, se acusen, se veten o se maltraten farisaicamente por tener posturas distintas (la mayoría de estas relacionadas con cuestiones morales y políticas, y no por las doctrinas fundamentales del cristianismo), no es por causa del conservadurismo, del progresismo ni mucho menos de esa fe común, sino del fundamentalismo que pretende aprisionarnos. Sin embargo, hay que reconocer que el conservadurismo está aliado teológica, tradicional e institucionalmente con las actitudes fundamentalistas.

Es estúpido y anticristiano dividir el cristianismo en progresista y conservador. La iglesia puede albergar dentro de sí ambas formas de pensar. El remedio está en la democratización de la iglesia, en deshacernos de ese modelo en el que la iglesia es gobernada por una élite que determina la “sana doctrina”. Si escapamos de esta “forma de gobierno”, la iglesia puede adoptar posturas progresistas, conservadoras o fórmulas de común acuerdo que medien entre ambas posiciones. Así se hizo en los tiempos apostólicos y basta con leer el capítulo 15 de los Hechos para darse cuenta de que esta propuesta no es ninguna novedad. Lo vuelvo a reiterar: “progres” y “conservas” son hijos de una misma fe.

Pero la paz entre ambas facciones y la democratización de las comunidades cristianas tiene como su mayor obstáculo el miedo de quienes detentan el poder: el miedo a que se apruebe lo que consideran la “falsa doctrina”, la “levadura”, la “herejía”, el miedo, en fin, a que prevalezcan las posturas progresistas, a que se justifique la homosexualidad, el enfoque de género, el aborto y cualquier otra, a juicio de ellos, “perversión” que socave la autoridad de la Biblia. Sin embargo, el miedo no es un sabio consejero, antes bien, es todo lo contrario a la fe; el miedo desconfía por naturaleza, sospecha de todo y, por ello, debe desechar todo lo que suene novedoso y extraño (o académico), por lo que debe aferrarse al pasado y siempre frustrar, sobre todo a los más jóvenes, con un “no” (un santo no, por cierto). Pero la fe es distinta, esta es confianza abierta: la fe experimenta, escucha, dice “intentémoslo”, precisamente porque confía en que, pase lo que pase, Dios sostiene la obra. La fe -y ahora me dirijo a los líderes religiosos conservadores- opera de otra manera: ella no rechaza ciegamente, busca comprender lo distinto, escucha públicamente al que piensa diferente, le ha perdido el miedo al superior jerárquico (me refiero al pastor del que depende su salario), e invita a los de pensamiento heterodoxo a espacios comunes para que muestre su punto de vista sin estigmatizarlo. La fe verdadera puede y quiere hacer esto porque deposita su confianza en Dios, no en los medios con los que los hombres pretenden adueñarse de la iglesia.

Pero, ¿cómo perder el miedo?, nuevamente me dirijo a ustedes, queridos líderes: si es que en verdad pretenden de todo corazón ejercer la labor pastoral, esa vocación que protege y dirige el rebaño, pero que no quiere adueñarse de él, entonces sabrán que la mejor manera de perder el miedo “a que la falsa doctrina se infiltre en la iglesia” es confiando en la gente a la que se deben y dicen servir. En efecto, no se trata de enseñarle a la gente, a su “rebaño”, qué creer, sino de enseñarles “cómo deben creer”. Ese debería ser el centro de nuestra atención: no velar por tener una iglesia compuesta por líderes o feligreses únicamente conservadores o únicamente progresistas, sino de asumir, como lo haría un buen padre con sus hijos, que estos pueden escoger la interpretación de la fe que consideren más cercana a la verdad del evangelio por sí mismos, siempre que ello sea con autenticidad, conocimiento y criterio de conciencia, no por obediencia o por moda. Lamentablemente, la enseñanza de la gran mayoría de ustedes ha estado basada en la tradición, el adoctrinamiento y el uso de la autoridad eclesiástica, no en la libertad que produce el diálogo, la investigación de las diversas posturas disponibles, la lectura, la deliberación, el pensamiento crítico y la discrepancia. “Obediencia y nada más”, “fidelidad o nada más”, “o crees como nosotros o puedes irte a otra iglesia”, eso es lo que se suele escuchar, pero ya viene la hora en que estas admoniciones ya no servirán con las nuevas generaciones. Nuevamente lo repito: la labor pastoral, la educación en la fe, debe ejercerse en la fe, no en el miedo: por ello la fe no puede limitarse a enseñar lo que la gente debe creer, sino cómo los creyentes pueden, por sí mismos, sin presión institucional de ningún tipo, arribar a sus creencias, a una identidad cristiana con contenidos densos, estables y maduros, aunque no por ello rígidos, inflexibles y dogmáticos. Los creyentes deben tener la libertad de discrepar, de seguir su criterio de conciencia, de abrir los libros, de leer a los filósofos, de conocer todas las posturas teológicas aunque el miedo les diga que no o les impulse a prohibir el conocimiento o la discrepancia. “Si tu postura como pastor es la verdadera, entonces podrás persuadir con razones y con tu ejemplo a otros de su verdad, sin necesidad de enfatizar la obediencia, la fidelidad o cualquier otro elemento de coerción institucional”, así parece decirnos la fe. Ella necesita más pastores capaces de dialogar, aprender y persuadir en lugar de mandar.

Como podrán ver, la fe tiene mucho que ver en todo esto -y ahora me dirijo a ti, amigo creyente-. Un conservador puede que no lo sea por una fe sincera y auténtica si es que sus posturas conservadoras están basadas en el simple sometimiento a una tradición, a una forma de leer la Biblia, al conocimiento de una o dos posturas teológicas, a la presión institucional de su iglesia o por obtener el agrado de su pastor de almas. Si tiene una fe que nunca ha dudado, esa no es verdadera fe o, en todo caso, es una fe muy pequeña. Por su parte, un progresista también puede serlo sin una fe madura. Ello ocurre cuando su progresismo solo lo es por intuición, por moda o por oposición al dogmatismo que lo ha oprimido y del que desea desembarazarse. Su fe progresista no es tal si solo tiene cólera y odio hacia los conservadores que lo interpelan, si no sabe conectar su manera de pensar con la Biblia o si simplemente adopta posturas progresistas del secularismo sin meditarlas a la luz de la propuesta ética del evangelio. Ciertamente esa fe está aún en ciernes, pero le falta crecer. ¿Hay conservadores y progresistas con fe auténtica? Por supuesto que sí, pero creo que lamentablemente son la minoría.

Así que el reto pastoral y comunitario es grande, pero me temo que el cambio no vendrá de arriba, sino de abajo, del pueblo creyente. Los líderes religiosos están muy ocupados en defender la sana doctrina y en evangelizar a una sociedad que cada vez desconfía más de su dogmatismo. Pero la fe opera de otro modo y encontrará sus propios métodos. Puede parecer demasiado básico, pero creo que es necesario volver a esa fe. La fe es la serenidad emocional e intelectual en medio de la incertidumbre, es la pequeña lumbre que nos sostiene en medio de las tinieblas, pero que al mismo tiempo es capaz de suscitar el fuego abrazador de la investigación y de la búsqueda personal. La fe no dice “creo esto porque tengo la verdad” como así lo afirman la mayoría de conservadores. Tampoco dice “creo esto porque conecta con mi experiencia”, como pueden hacerlo muchos progresistas. Este tipo de afirmaciones son solo “fe de cotillón”, como así lo decía Kierkegaard. La fe, por el contrario, afirma “creo, ayuda mi incredulidad” (Mc 9:24). Esta es la fe que necesitamos, la fe que tiene seguridad en lo que cree, pero que al mismo tiempo sabe que no es definitiva, que puede estar equivocada, que tiene mucho que aprender de Dios y de los demás. No necesitamos las anticipadas, irreflexivas y poco dialogantes seguridades del evangelicalismo tradicional que debe ser pronto re-formado.

P.D. La foto alude al corto “Día y noche”. Les dejo aquí el link para que lo vean: https://www.youtube.com/watch?v=9s0r8JWQtE4


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El Eremita

Blog sobre religión, para una reforma de lo religioso en contextos plurales y secularizados