GÉNERO Y BIBLIA (II): LAS EMOCIONES MASCULINAS DE JESÚS
Jesús se caracteriza por ser un hombre que expresa sus sentimientos. Curiosamente, el sentimiento que más expresa es el de la misericordia (Mc 1:41; 6:34; 8:2; 9:22; Mt 9:36; 14:14; 15:32; 20:34; Lc 7:13). Tener misericordia implica sentir con las entrañas, lugar donde radican los afectos más profundos como la ternura, la compasión, la benevolencia, el dolor, la indignación frente a las injusticias, etc. Jesús siente especial misericordia por los pobres, los enfermos, los esclavos, los huérfanos y las viudas: “porque son como ovejas sin pastor” o “porque no tienen que comer”. Jesús se deja impactar por su dolor y sufrimiento (Lc 7:11-17), y se indigna frente a al dolor que resulta como consecuencia de la injusticia y la exclusión social (Mc 10:14; Lc 13:15-16). Muchas veces no aparece explícitamente la expresión misericordia, pero aparecen otros verbos que tienen mucho que ver con este sentimiento: especialmente acciones como ver (Mt 14:14; Mc 6:34), llamar, hablar y gestos como tocar, colocar las manos. Los evangelios mencionan otros de los sentimientos expresados por Jesús: tristeza (Mc 3:5; 14:33-34), angustia (Mc 14:33), ira (Mc 3:5; 10:14; Lc 3:7; 21:33; Mt 20:1), pero sobre ellos prevalece, como hemos visto, el de misericordia. Nos interesa examinar la manera de sentir de Jesús en comparación con los valores masculinos de su tiempo.
Jesús toma mucho en cuenta la interioridad de la persona, simbolizada bíblicamente en el corazón, yendo a contracorriente de la lógica masculina que valora lo exterior (Por ejemplo: Marcos 7,1-ss: Mt 5,8; Lc 11,37ss.) Jesús desenmascara la “lógica racional” y la contrapone a la lógica del corazón. El pasaje de Mt 26,6-34 es claro en este sentido: frente a la lógica “económica” de sus discípulos, Jesús antepone la lógica del deseo.
Por otra parte, la hombría en las sociedades patriarcales se mide mucho por la participación de los varones en la guerra. Ello supone resaltar ciertos valores como la agresividad, la valentía, la intolerancia, la dureza, la inmisericordia, la victoria y la autoridad (Lc 7:8). Precisamente, en tiempos de Jesús, se esperaba a un mesías guerrero, con poder y con los honores propios de un rey (Mt 21:1-11; Lc 24:21; Jn 6:15). Sin embargo, Jesús rechaza esta imagen y propone la imagen opuesta: la del mesías niño (Lc 2:11-12; Mt 2:1-12), imagen de un rey apacible, no guerrero (Mt 21:1-5). Este rechazo es, al tiempo, una condena a ciertos valores propios de una masculinidad dominante. Jesús se identifica a su vez con la apacibilidad (el deseo de no-violencia y de no-venganza), “aprendan de mí que soy apacible y humilde de corazón” (Mt 11:29), llama de bienaventurados a los apacibles (Mt 5:4), coloca al apacible como modelo de vida y la apacibilidad como la pedagogía para resolver los conflictos (Mt 5: 38-48).
Jesús también subvierte el significado de la autoridad y el poder, valores asociados a la masculinidad. La autoridad para Jesús no está fundamentada en la legalidad del poder dominante, sino en la práctica de un amor solidario o del servicio. Así, mientras los discípulos sueñan con ser los mayores (paradigma superioridad-inferioridad), con estar a la derecha e izquierda (Mc 9:33-37; 10:35-45), Jesús propone el servicio y la humildad como el valor que debe fundamentar el poder. El ideal no está en la grandeza (endiosamiento de la grandeza) sino en el poder que da el servicio o, en otras palabras, en la capacidad de empequeñecerse solidariamente con los que sufren. Por eso Jesús no se ve rodeado de gente considerada importante y rica, normalmente está acompañado por un grupo de gente pobre, sencilla (niños, mujeres, enfermos, extranjeros, locos, etc.), enferma o con hambre.
Otro de los valores asociados culturalmente a la masculinidad de su tiempo es la codicia. La riqueza se convierte en el ideal, pues ella se identifica con el prestigio, la grandeza (“lo alto”) y el honor, valores asociados a los varones. En otras palabras, se es más varón entre más “alto” se llegue, entre más riqueza se tenga. En el texto llamado de la multiplicación de los panes, los discípulos le proponen a Jesús, frente al problema de la multitud, que no tenía que comer, la lógica del mercado: “Despídelos para que vayan a las haciendas y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer” (Mc 6, 36-37). Esta mentalidad está presente en otros pasajes bíblicos (Mc 8: 14-21; 14:3-5; 14:10-11). Sin embargo, Jesús condena la riqueza (Mt 6:19-21; 24; Mc 10:17-31; Lc 12:13-21; 32-34; 16:19-31). “Miren, y cuídense de toda codicia; porque la vida del hombre no consiste en la sobreabundancia de los bienes que posee” (Lc 12,15). El sentido de la vida del ser humano no está en poseer y acumular, sino en el repartir y compartir (Lc 18,22-24).
Finalmente, otro de los valores asociados a la masculinidad es el honor. Este tenía su razón de ser en el origen social de la persona, el sexo y la edad. Jesús condena ese falso honor. Mientras el honor está en función del reconocimiento individual, Jesús propone como ideal “negarse a sí mismo” (Mc 8,34) y el hacer las cosas en lo secreto, sin publicidad de algún tipo (Mt 6:6).
(Texto adaptado de Reyes Archila, Francisco (2004). Otra masculinidad posible. Un acercamiento bíblico-teológico. Bogotá: Dimensión educativa. pp. 87-114.)