EL DIEZMO EN LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS: PROPUESTAS DE REFORMA
Recibí algunos mensajes pidéndome que de mi opinión acerca del diezmo en las iglesias evangélicas. Aunque no considero que sea una cuestión compleja, sí me parece importante abordar el tema en aras de una reforma de las prácticas institucionales evangélicas. Para quienes no están al tanto del tema, lo resumo a continuación: es tradicional que muchas iglesias evangélicas afirmen que la Biblia manda a los creyentes dar el 10% de su sueldo. Siendo así, no dar esa precisa cantidad constituye un pecado.
Así definido, mi postura es contraria a la existencia del diezmo, si bien valoro como importante el sostenimiento económico de la iglesia por la propia comunidad bajo un espíritu equitativo y democrático. Para explicar esta postura será necesario: 1) examinar los suspuestos fundamentos bíblicos en los que se sustenta la práctica del diezmo, 2) apelar al testimonio de la Historia y 3) examinar la actual práctica del diezmo en las iglesias y plantear algunas reformas.
1. ¿Tiene la práctica del diezmo una base bíblica?
El diezmo es mencionado algunas veces en la Biblia. En particular, aparece como un mandato para el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento (Lv 27:30-32; Nm 18:21-28; Deut 12:6,11,17; 14:22,23,28; 26:12; 1 Sam 8:15,17; 2 Cr 31:5,6,12; Neh 10:37,38; 12:44; 13:5,12; Am 4:4; Mal 3:8,10). Esto es claro. Sin embargo, ¿sólo porque el diezmo aparece en la Biblia debe practicarse hoy?, ¿se aplica también a los creyentes hoy en día? La pregunta es clave porque en una gran mayoría de iglesias evangélicas la práctica del diezmar se sustenta sobre todo en pasajes bíblicos del Antiguo Testamento (el más conocido y citado de ellos es Malaquías 3:6-12). El cuestionamiento viene dado por la siguiente idea: existen mandamientos del AT, en especial aquellos relacionados con la ley ritual que regía al antiguo reino de Israel (que comprendía preceptos como circuncidarse, no comer animales “impuros”, celebrar determinados días, seguir los ritos y lavamientos sobre la impureza, las leyes acerca de los sacrificios, etc.), que ya no deben ser cumplidos por los cristianos hoy. En ese sentido, si bien el diezmo aparece en la Biblia no tiene validez actual.
Este razonamiento es respaldado por los textos del Nuevo Testamento. Así, en especial en los escritos de Pablo, la cuestión es zanjada apelando a la libertad de los cristianos gentiles (no judíos) de NO TENER QUE GUARDAR LA LEY RITUAL DADA A MOISÉS para salvarse o para se reputados como verdaderos cristianos. Esta ley comprendía, como es sabido, los preceptos relativos a los diezmos. Se trataba de un conflicto cultural: había grupos de cristianos influidos por el judaísmo que continuaban guardando la ley ritual, mientras que había otro grupo que provenía del mundo greco-romano (gentiles) que no la guardaban. ¿Debían entonces los nuevos creyentes provenientes del mundo grecorromano guardar la ley ritual del AT? Veamos:
En la carta a los Gálatas Pablo reprende a Pedro porque hace distinciones entre creyentes judaizantes (que guardaban la ley) y creyentes gentiles (que no la guardaban); por ello le acusa de obligar a los gentiles a judaizar (Gál 2:14). Para Pablo, ya no debe haber diferencias entre gentiles y judíos porque a través de Jesucristo la salvación viene por gracia, no por el cumplimiento de la ley a través de obras (Gál 2:16). En ese sentido, judíos y gentiles “son uno en Cristo” (Gál 3:28). Concretamente, Pablo le enseña a los creyentes no judíos que no es necesario que guarden los días, los meses, los tiempos y los años propios de la ley ritual judaica (4:10) y que no es necesario que se circunciden (5:2,6). Más aún, les anima a que no se dejen esclavizar, resaltando la libertad que tienen al no tener que someterse a estos preceptos (5:1,13). En ese sentido, los creyentes no están obligados a guardar la ley ritual del AT, la cual ordenaba los diezmos.
Otro texto de gran importancia es la epístola a los Hebreos. En esta carta, dirigida a los judíos de la dispersión (precisamente en el contexto posterior a la destrucción del templo, corazón del ritualismo judío), vemos una nueva propuesta: todas las instituciones rituales del judaísmo son reinterpretadas en clave cristiana y son, al mismo tiempo, objeto de una “espiritualizaición”. En efecto, así, por ejemplo, se dice que: a) Jesús es superior a Moisés (Heb 3:1-6); b) el reposo, que corresponde a la tierra prometida, es ahora el reposo que concierne a la nueva salvación cristiana; c) el sumo sacerdote de la ley antigua viene ahora a ser Jesús (Heb 4:14-16); d) los rituales relacionados con el sacerdocio israelita, como las ofrendas por los pecados, deben interpretarse ahora como ya realizados para siempre en Cristo (Heb 8); e) la existencia del templo y las ordenanzas relacionadas con él (Heb 9:1) son cumplidas en Cristo, quien es la ofrenda que se ofrece voluntariamente en un templo espiritual (Heb 9:23-28); f) la ley, que es solo una “sombra de los vienes venideros” (Heb 10:1ss), es reemplazada por la nueva profesión cristiana (Heb 10:23). Siguiendo este hilo argumentativo, los diezmos constituyen otra prescripción de la vieja ley que es reinterpretada, como es de suponer, ya no para ser cumplida como lo hacía el pueblo judío. Así pues, Melquisedec, quien fue honrado por Abraham con el pago de los diezmos de un botín (7:4), era una prefiguración de Cristo (7:11-25). Asimismo, el autor de Hebreos establece esta analogía entre Cristo y Melquisedec para demostrar que el sacerdocio levítico corresponde a un viejo pacto, ya caducado. Jesús, en ese sentido, se presenta como superior a los sacerdotes israelitas, en la medida que asegura la salvación de su pueblo (7:22-25). La alusión a los diezmos en todo este pasaje forma parte de un ritual perteneciente a un pacto ya caduco (Heb 7:9-11). Por supuesto, no encontraremos aquí una alusión explícita que diga que no hay que diezmar, pero el hilo argumentativo de la carta nos muestra que aquellas instituciones rituales judías (entre ellas el diezmo) son reinterpretadas bajo la mirada cristiana y, por tanto, constituyen prácticas caducas.
La postura asumida por el apóstol en el libro de Romanos también es muy importante, ya que aquí también está detrás el mencionado conflicto cultural entre judíos y gentiles. Para analizar el propósito de esta carta, es indispensable identificar los grupos humanos que se mencionan en ella. Se trata de personas no cristianas tanto judías como griegas (Ro 1:16; 2:10; 3:9), como también de personas cristianas, de trasfondo judío (7:1) o griego (Ro 6:1,14,15). En total cuatro grupos. Esto hará que el apóstol se refiera, a lo largo de su carta, tanto a unos como a otros. Por el contenido de la Carta, sabemos que existía cierta jactancia de los creyentes judíos por guardar la ley (Ro 2:17; 3:1; 9:76,7etc.), mientras que el problema con los creyentes gentiles era el de menospreciar a los judíos y la historia de Israel (Ro 11:13-15), por lo que toda la carta es escrita con la intención de corregir esas actitudes. Además, entre ambos grupos de creyentes se originan ciertas controversias (p.ejm. Ro 14) ¿Pero de qué manera Pablo pone fin a estas actitudes y controversias? A través de la doctrina de la justificación por fe: los conflictos entre cristianos judíos y gentiles deben ser dejados de lado cuando sabemos que todos, ya sea con ley o sin ley, están bajo pecado (Ro 3:9); pero también cuando advertimos que todos han sido salvados por la fe en Jesús (Ro 3:29,30). Esta fe que salva es lo que los grupos en conflicto tienen en común. La fe en Jesús es lo que les provee unidad. Esa fe que salva, y Pablo en este respecto, es una fe que justifica al ser humano sin tener que cumplir las obras prescritas en la ley de Moisés (p. ejm. Ro 4:13-16). En otras palabras, lo que salva no es el cumplimiento ritual de la ley dada a Israel, sino la fe en Cristo Jesús. De ello también se deduce que los cristianos no estaban obligados a cumplir con mandamientos propios de la ley ritual como es el caso del diezmo.
Finalmente, es importante mencionar el capítulo 15 de los Hechos. Aquí se presenta una asamblea en la ciudad de Jerusalén en la que se debate si los gentiles deben guardar o no la “ley de Moisés” (Hech 15:1,5,24). La conclusión, a la que se arriba tras un acuerdo colectivo (15:22), es que los creyentes gentiles no debían ser inquietados por esta causa. Ellos debían guardar SOLAMENTE cuatro puntos de la ley veterotestamentaria: abstenerse de fornicación, de alimentos ofrendados a los ídolos (una regla que Pablo flexibiliza en otros pasajes del NT (1 Co 8:4ss)), de comer sangre (algo que repugnaba a los judíos) y de carne no desangrada (“ahogado”) (Hech 15:28,29). Todas estas prescripciones, por supuesto, se explican a partir de un contexto particular: el del conflicto cultural entre creyentes judíos y gentiles. Sin embargo, es de observar que los diezmos no están en estas prescripciones. Los diezmos estaban prescritos por la ley y, como ya vimos, los gentiles no debían ser inquietados tampoco en este punto.
En síntesis, de la lectura de estos pasajes inferimos un principio general muy claro: no es era obligación para los cristianos no judíos el tener que guardar la ley mosaica del Antiguo Testamento, la cual incluía el pago de los diezmos
No obstante, existen algunos contraargumentos que muchos líderes religiosos utilizan para demandar el diezmo de los creyentes hoy en día. A continuación procedo a mencionarlos presentando sus respectivas refutaciones.
a. “La ley debe ser cumplida por los cristianos hoy”
Algunos creyentes insisten en citar el texto de Mt 5:17,18 para decir que los cristianos deben cumplir la ley del AT y, por lo tanto, están obligados a diezmar. Asimismo, como prueba de que los cristianos deben seguir cumpliendo la ley, insisten en decir que esta no se deroga, sino que debe ser cumplida en Cristo (Mt 5:16) y que el mismo Apóstol cita los diez mandamientos, parte de la Ley dada por Moisés, como una muestra de que los cristianos no hemos dejado de cumplir la ley.
Este razonamiento, como justificación para diezmar, es equivocado. El principal error es que no distingue los diversos significados que tiene la palabra “ley” en la Biblia. En las Escrituras hay una clara distinción entre la ley moral (los diez mandamientos) y la ley ritual (que regula). Esta diferencia aparece reiteradas veces en el texto bíblico, pues este explícitamente insiste en diferenciar los famosos 10 mandamientos (escritos en tablas de piedra por el dedo de Dios) de las otra ordenanzas rituales (contenidas en el libro de la ley) (Deut 4:13,14; 31:9,24-26). Por esta razón es un error decir que los cristianos deben diezmar porque están obligados a guardar la “ley”. Antes bien, lo correcto es decir que los cristianos siguen vinculados a la ley moral, pero no a la ley ritual del antiguo Israel. En efecto, los cristianos estamos vinculados a la ley moral sobre la base de UN MANDAMIENTO NUEVO: el amor, el cual, si se practica con coherencia, tiene el efecto de guardar los 10 mandamientos (Ro 13:8-10); pero en lo absoluto estamos obligados por las leyes rituales, como ya vimos que así lo enseñan las cartas a los hebreos, romanos, gálatas y el capítulo 15 de los hechos. Por otra parte, quienes defienden la práctica del diezmo sobre la base del AT no lo aplican tal como aparecen en esos pasajes (ya que la ley ritual establecía el pago de tres diezmos (), que este debía ser pagado con ganado o con frutos de la tierra (). Por último, cabe señalar que la función de diezmar para sostener a los levitas (sacerdotes) no podría aplicarse para pagar los sueldos de los pastores, ya que, según la Biblia, ¡todos los creyentes somos sacerdotes! (1 P 2:9; Ap 1:6; 5:10). En otras palabras, quienes defienden el diezmo de acuerdo a la ley, no solo yerran al creer que los cristianos DEBEMOS cumplir la ley ritual del viejo Isarael, sino que no aplican hoy en día dichas ordenanzas en su literalidad, acomodándola a sus particulares intereses.
b. “El diezmo es anterior a la ley y, por tanto, es un principio moral y espiritual que debe cumplirse”
Puesto que las Escrituras son claras en cuanto a la libertad que tienen los creyentes de no estar sujetos a las prescripciones rituales del Antiguo Testamento, se suele decir que la obligación de diezmar no solo estaba en la ley, sino antes de ella, por lo que debería cumplirse. Se alude, pues, a pasajes bíblicos como Gn 14:20 y Gn 28:22, en los que se menciona el diezmo antes de que Dios diera las leyes a Moisés. Sin embargo, sin entrar a cuestionar esta manera literalista de interpretar la cronología bíblica, cabe señalar que ninguno de estos pasajes habla del diezmo como un mandato divino, sino que estos pasajes son narraciones en las que el diezmo proviene de un ofrecimiento voluntario. Así, en Gn 14:20 Abrahám da voluntariamente los diezmos a Melquisedec para honrarlo. En Gn 28:22 Jacob promete dar los diezmos a Dios, pero ello es una promesa que nace de él y la Biblia no menciona que llegó a cumplirla. Así que si hay un principio espiritual que hay que sacar en estos pasajes es que en estos casos el diezmo fue algo VOLUNTARIO.
c. “El diezmo no solo aparece en el Antiguo testamento, sino también Nuevo Testamento”
Efectivamente, el diezmo aparece en cuatro lugares del NT: en Mateo 23:23, Lucas 11:42; 18:12, y en la epístola a los Hebreos 7:4,5,6, 8,9. Sin embargo, en ninguno de estos pasajes se dice que los cristianos practicaran el diezmo o que deberían practicarlo. En lucas 18:12, la mención al diezmo es la del judío que se jacta de su obediencia a las prescripciones legales sobre el diezmo, algo que, como ya hemos visto, todo judío piadoso tenía que hacer porque estaba sujeto a la ley de Moisés. Mt 23:23 y Lc 11:42 son pasajes similares que narran los mismos acontecimientos: Jesús reprocha a los fariseos el que sean celosos a la hora de diezmar, pero no a la hora de aplicar la justicia, misericordia y la fe. Solo porque la palabra diezmo aparezca en el NT no significa que la Biblia mande a los creyentes diezmar.
d. “Jesús diezmó y nos incitó a que nosotros también lo hagamos”
El texto al que se apela aquí es el de Mt 23:23 y Lc 11:42. Jesús dice a los fariseos que era necesario aplicar lo más importante de la ley (la justicia, la misericordia y la fe), pero sin dejar de diezmar. Jesús, por tanto, reconoce aquí la obligación de diezmar de los fariseos. Sin embargo, ello no debe sorprendernos. Los tiempos de Jesús eran los tiempos del judaísmo. El cristianismo aún no existía. Jesús, así como los fariseos, estaban obligados a diezmar, porque como judíos piadosos, debían guardar la ley ritual. Jesús es un hombre nacido bajo la ley (Gál 4:4) y, por lo tanto, debía cumplirla. Además, si decidimos interpretar la Biblia literalmente, los pasajes aludidos de Mateo y Lucas no forman parte del Nuevo Testamento, pues este inicia con la muerte de Jesús (Heb 9:16,17). Por tanto, decir que Jesús mandó a los cristianos diezmar es tergiversar este pasaje bíblico.
e. “Yo suelo diezmar y es una bendición para mi vida”
Efectivamente, hay muchas personas que afirman que el diezmar los prospera y que siempre han recibido más que suficiente debido a ser fieles diezmadores. No soy nadie para juzgar las experiencias religiosas de mis hermanos o hermanas. Sin embargo, solo puedo decir dos cosas. La primera de ellas es que las experiencias personales no pueden generalizarse, pues también existen muchas historias de pobreza y abuso con relación al diezmo. La segunda de ellas es que la bendición de Dios no puede experimentarse sobre la base de porcentajes. Dios puede prosperar también a quien da el 5% como al que da el 30%, por la sencilla razón de que Él no ve las cantidades, sino la motivavión (Lc 21:2,3).
En conclusión, desde una perspectiva bíblica, el diezmo no es un mandato divino para los cristianos hoy en día. Al formar parte de la ley ritual del Antiguo Testamento, los creyentes pueden prescindir de dicho mandato y de dicha práctica. Si hay cristianos que desean practicarlo, eso es algo que proviene de su propia iniciativa, sobre la base de la voluntad, el libre acuerdo, la costumbre o la tradición. Por esta razón, no es correcto que se induzca a la práctica del diezmo citando pasajes bíblicos o dando a entender que se incurre en desobediencia o se atrae juicio de Dios de algún tipo. Hacerlo, en el peor de los casos, es manipular o mentir; en el menor de los casos, es simple ignorancia de lo que dicen las Escrituras.
2. El testimonio de la historia
¿Practicaron los primeros cristianos el diezmo? La evidencia indica que no. El primer argumento es el del silencio: no hay un solo testimonio, al menos durante los primeros cuatro siglos del cristianismo, en que se haga alusión a él como una prática cristiana. Para quienes el silencio no es evidencia suficiente, es importante recordar que existen documentos como La Didajé (siglo I) o la Apología de Justino Martir (siglo II) que, pese a ser muy detallistas en describir las costumbres cristianas primitivas, no se haga alusión a él.
Pero el silencio no es el único argumento, sino los testimonios explícitos de algunos padres de la iglesia que indican que el diezmo no era algo que se practicaba. Así, Ireneo de Lyon (siglo II), señalaba que:
“Por lo tanto no necesitamos de la ley como pedagogo; he aquí que nosotros hablamos con el Padre y estamos en su presencia convertidos en niños sin malicia y afincados en la justicia y honestidad. La Ley, en efecto, no afirmará más: […], no exigirá los diezmos de quien ha consagrado a Dios todos sus bienes y ha dejado padre, madre y toda su familia para seguir al Verbo de Dios" (Demostración de la Predicación Apostólica 96).
Posteriormente, Tertuliano de Cártago (siglo II) afirmará:
“Y aunque exista entre nosotros una caja común, no se exige una suma obligatoria a los elegidos, como si la religión fuera sacada a subasta. Cada cual entrega una módica suma un día fijo del mes, cuando quiere y si quiere y si puede, porque a nadie se le obliga a dar: cada uno contribuye espontáneamente. Estos son unos fondos de ayuda, porque de ellos no se saca el dinero para banquetes o fiestas ni estériles comilonas, sino para alimentar y sepultar menesterosos, y niños, y doncellas y huérfanos, y a los criados y a los ancianos…” (Apologético. Cap. XXXIX).
Poco después, en el siglo III, Cipriano de Cártago, en la carta número 10 de su corpus epistolar, sugiere que los creyentes deberían diezmar para mantener a los sacerdotes, de lo que se infiere que el diezmo no era algo que se practicara.
Lo cierto es que el diezmo no aparecerá hasta entrado el siglo VI en el que, a través del Concilio de Macón (un concilio de alcance regional), el diezmo se convirtiera en una obligación dentro de la iglesia. Sin embargo, ya en la su famosa Suma Teológica (siglo XIII), Tomas Aquino abordará la cuestión del diezmo respondiendo a cuatro preguntas controversiales: 1. “¿Están obligados los hombres con necesidad de precepto al pago de los diezmos?”, 2. “¿Hay obligación de dar los diezmos de todas las cosas?”, 3. “¿Se deben pagar los diezmos a los clérigos?” y 4. “¿Están obligados también los clérigos a pagar los diezmos?” (parte II-IIae, cuestión 87). La respuesta del aquinate a la primera pregunta determinará su respuesta a todas las demás: el diezmo es un precepto ceremonial que para los cristianos solo tiene un valor simbólico (el diez significa perfección), pero que debe guardarse porque proviene de la autoridad de la Iglesia. En ese sentido, Tomás de Aquino reconoce que si el diezmo debe cumplirse es “por razones de derecho natural” (para poder sustentar a los sacerdotes de la iglesia) y porque se debe ser obedientes con la autoridad de la iglesia. Aquino, por tanto justifica el diezmo no en la autoridad bíblica o en la tradición apostólica, sino en razones prácticas y en el poder de la iglesia católica.
Por tanto, el testimonio de la historia demuestra que el diezmo se origina en una tradición humana que responde a necesidades institucionales específicas y no a alguna prescripción bíblica.
3. Propuestas de reforma
Pero, ¿cómo opera la práctica del diezmo en las iglesias protestantes? Hay iglesias que no exigen el diezmo y otorgan la libertad a sus miembros de dar ofrendas, limosnas o donaciones. Sin embargo, la mayoría de iglesias evangélicas y pentecostales mantiene la práctica del diezmar. Dentro de estas, hay que hacer al menos tres distinciones: a) aquellas iglesias que EXIGEN el diezmo y establecen castigos o consecuencias si es que no se cumple con ellos, b) aquellas que ENSEÑAN el diezmo, enseñando que es inmoral, pero sin aplicar conseuencias o castigos, c) aquellas en las que el diezmo se enseña, pero sin darle importancia a si los cristianos cumplen en darlo.
Tomando en cuenta lo que dice la Biblia, así como el testimonio de la Historia, las dos primeras opciones (a y b) sería antiéticas y anticristianas, mientras que la tercera (c) sería aceptable (aunque algo inconsistente), ya que haría del diezmo algo voluntario. El problema de las opciones a) y b) no es solo que pretendan enseñar algo que la Biblia no dice, sino que, en la práctica, terminan generando desigualdad en perjuicio de sus miembros. Así, en el caso de a), el diezmo suele exigirse a personas pobres, cuando estas son precisamente las que necesitan la ayuda de la iglesia. Asimismo, la exigencia de los diezmos puede prestarse a jugarretas autoritarias. Esto es así porque muchas iglesias condicionan la membresía o la participación en las asambleas a las personas que se han mantenido fieles en el pago de los diezmos. De igual manera, diversas situaciones de estafa por causa de los diezmos y ofrendas siguen dándose manchando de esta manera el testimonio de la iglesia. En el caso de b), si bien no se hostiliza a los miembros de la iglesia con el dar, el problema radica en que se recurre a una falsa enseñanza para asegurarse el sustento de la iglesia. Esto se llama engaño. Finalmente, en el caso de c), si bien el diezmo es algo voluntario, hay aquí un problema de incoherencia: si no se exige el diezmo como algo obligatorio, entonces: ¿por qué enseñarlo?
Entonces, ¿qué es lo más sabio que debemos hacer frente a este panorama? Ofrezco las siguientes propuestas de reforma:
a. Hablar de ofrendas y limosnas, no de diezmo
Una iglesia que trata bien a sus miembros, que les ayuda espiritual y materialmente en sus tiempos difíciles, de seguro recibirá las suficientes aportaciones sin necesidad de aplicar el engaño. Con todo, el establecimiento de un diezmo es posible, siempre que la iglesia reconozca abiertamente que se trata de una tradición humana, de que no se debe utilizar la Biblia para demandarlo de los creyentes y no se hostilice o perjudique a alguien en ningún sentido en caso no lo cumpla. Solo así la existencia de la palabra “diezmo” podría justificarse.
b. Nombrar pastores a tiempo parcial
La mayor cantidad de dinero que las iglesias recolectan se invierte en los sueldos de los pastores. Sin embargo, ya e tiempo de ver otras posibilidades para su manutención que sean menos honerosas para la iglesia local en lugar del diezmo. Los pastores no tienen por qué trabajar a tiempo completo. Ellos pueden desempeñar su oficio o profesión y dedicarles medio tiempo a las necesidades de la iglesia local. Ello tiene muchas ventajas: a) impide la dependencia de los pastores de su superiores, haciendo la iglesia más democrática; b) permite a los pastores, en caso sean despedidos injustamente, mantenerse con el sueldo de su propio trabajo; c) ello ampliaría las vocaciones pastorales, pues en la medida que los pastores solo pueden dedicarle medio tiempo a la iglesia se requeriría buscar a más personas para que cumplan esa labor; d) finalmente, nada impide que los pastores puedan ser sustentados con las ofrendas y donaciones que se dan a la iglesia, no hay por qué invocar algún diezmo.
c. Evitar ligar el dinero a la membresía
Si bien es válido, como en toda asociación civil, establecer cuotas para el sustento de la iglesia local, en ninguna manera estas deben ser escesivas (10% del sueldo). En realidad, el dinero debería ser la última opción para determinar la fidelidad de un miembro de la iglesia (lo que debería pesar es más bien su piedad, su modo ejemplar de vida, su dedicación al servicio de los demás, etc.), pero si es necesario colocar el dinero como requisito para admitir miembros o constituir líderes, este debe ser un criterio lo mayor flexible posible.
d. Priorizar a los más vulnerables
Abolir el diezmo puede tener la ventaja de empezar a valorar el dinero en función de otras necesidades de la iglesia local, como el apoyo a los más vulnerables. No parece ser cristiano que las iglesias inviertan el dinero en construcciones, útiles de oficina o gastos administrativos en vez de hacerlo en aquello que es más importante para Dios: las personas y su supervivencia. El ideal de Dios es el de una comunidad sin pobres. El mayor pecado no debería ser el “robarle el diezmo a Dios”, sino el ver que aún existen pobres en nuestras comunidades de fe.
e. Procurar la transparencia, la democracia y la rendición de cuentas
La idea de que el diezmo le pertenece a Dios y no a los hombres ha fomentado que muchas iglesias no sean cuidadosas ni transparentes con rendir cuentas sobre la gestión del dinero a sus miembros. El dinero es también un asunto humano y la responsabilidad de utilizarlo corre por cuenta de cada uno de los miembros de la comunidad de fe. El dinero en una iglesia le pertenece a todos los miembros de la iglesia, no al pastor ni al liderazgo local. Se impone por sí mismo el deber de rendir cuentas aún cuando los miembros de la iglesia no lo pidan o lo requieran.