#ElPerúQueQueremos

LA PREGUNTA POR EL CREER

Publicado: 2021-09-12

En la Biblia, así como en el mundo antiguo, la fe en Dios se daba por presupuesta. Distinto es en nuestro mundo actual, en el que la existencia en un Dios no es algo evidente para muchas personas. Si la fe ha de tener un sentido hoy resulta preciso reconocer la diferencia entre el creer según el horizonte de la Biblia y el creer según el horizonte contemporáneo.

La mayoría de líderes religiosos y los creyentes que componen las iglesias de hoy olvidan esta diferencia contextual y pretenden evangelizar asumiendo que sus oyentes abrirán sus mentes y sus corazones a la idea de Dios que la Biblia transmite. Pero esto no siempre es así. Ciertamente, muchas personas están ya abiertas la existencia de un Dios y lo estiman como un valor importante en sus vidas -cosa determinante para el desarrollo de una fe religiosa-, pero esto puede ocurrir porque han tenido una educación religiosa de base o han sido expuestas a una cultura en la que el valor de la religión está bastante arraigado (algo muy común en Estados Unidos o en Latinoamérica). Sin embargo, hay también muchísimas personas que no asumen a Dios como un presupuesto necesario para sus vidas.

La persona del mundo de hoy está inmersa en una red de variables sociales y culturales que hacen que la creencia en Dios no le sea evidente, necesaria o aceptable: a) la posibilidad de adoptar y de apoyarse en una serie de valores o recursos seculares (no religiosos) sobre los cuales poner el sentido de su existencia; b) la seguridad de vivir en un mundo gobernado por la técnica que reduce el miedo a las fuerzas de la naturaleza y, por ende, a disuadirse de vivir al amparo de un ser trascendente que le ama o protege; c) el gran peso que le otorgamos a la subjetividad, al “yo”, como el núcleo personal del cual emana el sentido de nuestra existencia, y no a categorías externas a él que a menudo amenazan con acallarlo y encadenarlo; d) la mala fama que la religión se ha granjeado debido a su falta de criticidad, dogmatismo y abuso de poder en el pasado y en el presente; e) la tensión que las instituciones eclesiásticas mantienen con una serie de valores contemporáneos como la igualdad hacia la mujer, las personas LGTBI, la toma de decisiones en democracia, la teoría académico-científica y valores democráticos como la pluralidad, la laicidad, los derechos humanos y la tolerancia. Todas estas variables no son reconocidas cuando los miembros de las iglesias pretenden hablar y compartir de Dios tal como este se presenta en la letra de la Biblia. Para ellos, Dios se sigue asumiendo como el gran presupuesto, pero al interior de muchísimas personas hoy en día de ningún modo lo es. Esta desconexión, que no hace el intento por responder a la pregunta por el sentido del creer hoy, solo redunda en perjuicio de la religión y de la fe misma, incapaz de conectar con el hombre y mujer contemporáneos.

Por supuesto, las iglesias pueden seguir evangelizando o compartiendo de Dios como lo siguen haciendo hasta ahora. Pero me temo que este modo de proceder pronto llegará, si es que no ha llegado ya, a su límite. Si la transmisión del evangelio (o de todo hablar de Dios) tiene algún sentido hoy, es preciso tomarse en serio la pregunta por el creer: ¿qué sentido tiene la fe religiosa hoy para la mente y los corazones contemporáneos? La respuesta no podrá consistir, como es evidente, citando versículos bíblicos o apelando a las definiciones dogmáticas del pasado. Se requerirá caminar por un pasadizo sin barandillas en el que nuestra propia concepción de la fe deberá ser reformulada y contextualizada si pretendemos hallar en ella algún sentido para el hombre y mujer de hoy.


Escrito por


Publicado en

El Eremita

Blog sobre religión, para una reforma de lo religioso en contextos plurales y secularizados