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DOS VERSIONES DE LA "SOLA SCRIPTURA"

Publicado: 2021-11-06

La Escritura es una de las fuentes de mi teología -más aún, ¡de mi pensamiento!-, la más importante, a decir verdad. Sin embargo, ella no deja de ser una fuente. Para tomar postura como cristiano en diversas materias, como así lo exige mi condición de ciudadano en la sociedad globalizada, no solo me guío de la Escritura, la cual me conecta con la milenaria tradición cristiana, sino que debo escuchar las voces de los distintos saberes y culturas, y, más aún, de las personas que operan en esos saberes y culturas. Esto suele disgustar mucho a algunos de mis hermanos evangélicos que solo pueden ver en mí tendencias heréticas. Para ellos, lo único que tiene importancia es la voz de la Escritura y todo lo demás debe ser ignorado o ajustado a su letra. Tienen un particular concepto de la “Sola Scriptura”: la letra de la Biblia debe ser superpuesta a todo y debe comprenderlo todo. Se debe superponer a todo porque, de no ser así, se está yendo contra Dios mismo. Asimismo, debe comprenderlo todo porque, de no ser así, no habría seguridad respecto de qué creer. Para estos hermanos míos no existe articulación entre la Biblia y otras fuentes, y, si la hay, la articulación solo es posible si se condice con su letra o con las interpretaciones que ellos sostienen. No extraña, pues, que con esa forma de concebir la Biblia estén en una guerra permanente contra todo lo que “no es bíblico” y sean conocidos por los no evangélicos por ese talante defensivo y excluyente. De esta forma de entender la Biblia, a la que llamo, no sin justificación, “fundamentalista”, me desligué hace mucho tiempo…

En contraste, concebir la Biblia como una fuente entre muchas otras es una cosa muy distinta. Concebirla, además, como la principal fuente en materia religiosa y ética, es lo que quizá hace distintiva una postura “esencialmente cristiana” (acaso “esencialmente protestante”), lo cual plantea otra versión de comprender la “Sola Scriptura”. La cuestión es entender cuál es la alternativa al fundamentalismo, cómo articular la Biblia con las otras voces y reconocer que la Biblia en sí misma no puede superponerse a todo ni puede abarcarlo todo. En realidad, la Biblia no puede superponerse a todo, porque su campo de competencia es la salvación religiosa, no la ciencia, ni la política, ni el arte, ni las humanidades. De igual manera, la Biblia no puede abarcarlo todo, porque al pretender hacerlo, corremos el riesgo de “estirar” su letra a situaciones a las que ella nunca estuvo referida, tergiversando así su mensaje.

Siendo así, la Biblia plantea una ética y una concepción del mundo, la cristiana, que puede permear y articularse con muchísimos saberes, como así lo ha hecho durante siglos. ¿Cómo debe darse esta articulación? Es tiempo de reconocer, a diferencia de la postura fundamentalista, que no hay recetas para ella: es la comunidad de fe, la iglesia, la que, a lo largo de la historia, debe asumir el riesgo de la interpretación de la Biblia en cada contexto y momento histórico, a la luz de las fuentes con las que cuenta en cada momento. Reivindicar esta libertad interpretativa para utilizar la Escritura en lugar de repetir lo que dicen de ella quienes pretenden oficialmente interpretarla, en eso consiste, precisamente, el principio de “Sola Scriptura” (de hecho, eso fue lo que hizo Lutero).

La libertad interpretativa, de la que hablo aquí, no es un capricho mío, como suelen pensar quienes me reprochan mis supuestas tendencias heréticas. En realidad, la Biblia misma es el testimonio de al menos tres cosas: la importancia de las otras fuentes fuera de la Escritura, de la insuficiencia de la letra para arribar a la interpretación correcta y de la necesidad de los miembros de la comunidad de fe con interpretaciones distintas, discrepantes, minoritarias, ¡heréticas!. Sin estas tres cosas, simplemente no tendríamos Escritura.

En efecto, en cuanto a la importancia de las otras fuentes, ¿acaso la crítica histórica no nos has demostrado que la Biblia, en particular el Antiguo Testamento, es la articulación y recreación de diversas fuentes más antiguas que van desde los mitos babilónicos, pasando por las religiones cananeas a poderosas influencias culturales como la griega y la persa? ¿Acaso todas estas tradiciones no fueron reinterpretadas a la luz de la experiencia de Israel y resignificadas en el culto a Yahvé? ¿Y no es acaso evidente que el Nuevo Testamento bebe también de las fuentes culturales no judías del primer siglo para elaborar los relatos y cartas que hoy consideramos canónicos? Siendo así, ¿no es evidente que el “purismo bíblico”, tan defendido por las interpretaciones fundamentalistas, no se condice con la naturaleza misma de la Escritura, particularmente, con su proceso de composición? Asimismo, en cuanto a la insuficiencia de la letra, ¿no es esta una de las enseñanzas centrales de Jesús?, ¿no es evidente, a la luz de una lectura simple del Nuevo testamento, que los primeros cristianos siempre invocaron la autoridad del Espíritu para ir más allá del sentido literal de las Escrituras y para probar que las profecías del AT se cumplían en Jesús?, ¿No fue la repetición literal de la letra la religión de los fariseos? Y en cuanto al rol de las interpretaciones minoritarias, discrepantes y aparentemente heréticas, ¡si no fuera por ellas no tendríamos los escritos proféticos! ¿Y por qué no aceptar la discrepancia y multiplicidad de interpretaciones en nuestras congregaciones de la misma manera en que la Escritura admite discrepantes modelos eclesiológicos en los escritos paulinos y juaninos, o de la misma manera en que el mal sufrido es explicado de diferente manera en el libro de Proverbios, en el libro de Job y en el Eclesiastés?

Por tanto, “Sola Scriptura” no debería significar la interpretación dogmática y excluyente de la letra. Por el contrario, “Sola Scriptura” es la reivindicación de la apertura y la libertad para asumir el riesgo de la interpretación en cada contexto a la luz de las distintas fuentes disponibles (ciencia, humanidades, arte, ética, política, derecho, diversidad cultural, etc.), las limitaciones de la letra (que se remiten a un contexto particular y concreto, esto es, el tiempo en el que los escritos fueron producidos) y la diversidad de interpretaciones en la comunidad de fe.


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El Eremita

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