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¿PROTESTA O ACTO VANDÁLICO?: APUNTES SOBRE JESÚS Y LA TOMA DEL TEMPLO

Publicado: 2023-02-01

Existe un consenso tácito en torno a la idea de que los cristianos, si participamos de una movilización social, debemos hacerlo pacíficamente (y quizá el ejemplo por excelencia es el de Martin Luther King Jr.). Sin embargo, hay ciertos hechos e ideas que parecen cuestionar esta creencia: a) el hecho de que los evangelios muestren a un Jesús enojado que emplea la fuerza física para desalojar a los mercaderes del templo; b) la existencia de ciertas posturas progresistas (religiosas y no religiosas) que consideran que el empleo de la fuerza puede justificarse en ciertos casos y c) la existencia de excepciones a la regla por parte de los propios creyentes en determinados contextos (por ejemplo, el caso de las rondas campesinas pentecostales que en el Perú enfrentaron armadamente a los terroristas; la decisión del pastor Dietrich Bonhoeffer de participar en el asesinato de Hitler, la contra reacción de los cristeros contra el Estado mexicano a principios del siglo XX, etc.).

Puesto que lo que enseñan los evangelios tiene un carácter éticamente normativo para quienes nos preciamos de ser cristianos, me ha parecido importante ofrecer algunas apreciaciones sobre la “toma” del templo por parte de Jesús. Mi intención es crítica: mientras que algunos creyentes conservadores hacen de la vista gorda ante este pasaje, algunos creyentes progresistas ven en él una justificación para emplear la fuerza física en las marchas sin criterios claros. No estoy de acuerdo con ninguna de estas posturas. Tampoco creo que el pasaje tenga todas las respuestas (a mi juicio, la forma en que los creyentes deben protestar no puede ser encontrada en las Escrituras, sino en la construcción de una teología política que, eso sí, tome en cuenta contextualmente lo que hay en las Escrituras). Antes bien, creo que el testimonio del evangelio nos brinda algunas pautas éticas para tiempos de convulsión social como los que vivimos. Las líneas que siguen no son un estudio exegético, sino preguntas e ideas que extraigo de una lectura personal de los pasajes implicados y que pueden contribuir a una lectura colectiva.

Lo que hace Jesús

Jesús “toma” el templo. La narración aparece en los cuatro evangelios, de modo que hay grandes similitudes en los pasajes, pero cada evangelio añade particularidades. Empecemos con las similitudes: en todos ellos se dice que Jesús entra al templo y echa fuera de él a los que vendían. Salvo Lucas, se precisa, además, que Jesús vuelca las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas. Indiscutiblemente, Jesús hace uso de la fuerza, pero esta se limita a desalojar a los mercaderes.

Algunos evangelios añaden particularidades importantes: Marcos dice que Jesús “no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno”, lo que implica que Jesús no solo volcó las mesas, sino que impedía el paso de personas con utensilios (¿se trata de los mercaderes o de un grupo aparte?). La referencia a los utensilios podría tener que ver con el oficio sacerdotal, de modo que Jesús podría estar impidiendo la usurpación de esta función en manos de los mercaderes, conforme a la ley. Juan añade algo más. Para desalojar a los mercadores Jesús utiliza un “azote de cuerdas”. El pasaje no dice, sin embargo, cómo fue utilizado este instrumento, si lo utilizó contra los objetos o contra las personas. Por supuesto, la función del azote era la de infligir castigo a las personas, pero no se pude ser concluyente aquí. Afirmar que se trataba de un instrumento para golpear es algo aventurado, porque dicha herramienta puede haber sido utilizada con propósitos simbólicos. La utilización de objetos en las acciones proféticas solía acompañar los discursos proféticos (p. ejm: 1 R 22:11; Jer 13:2ss). Entonces, el azote de Jesús puede haber tenido propósitos simbólico-retóricos (relacionado con el “azote” o “juicio” de Dios) antes que físicos. Nunca lo sabremos.

Por tanto, podemos concluir dos cosas. Primero, Jesús emplea la fuerza física, pero nunca se indica que lo haga contra personas, sino contra objetos. Segundo, las acciones de Jesús están focalizadas exclusivamente en los mercaderes y en aquellos que usurpan la función sacerdotal. Sus acciones están en armonía, según veremos, con su propio discurso. Su empleo de la fuerza, por tanto, es intencional y da visos de planificación previa.

Las razones de Jesús

Los actos contra cambistas y vendedores de bueyes y palomas no es casual. Los cambistas probablemente intercambiaban el dinero extranjero a la moneda local a fin de que las personas que viniesen de lejos pudieran comprar los animales para el sacrificio. Era esperable, sin embargo, que al realizar los cambios obtuvieran una ganancia económica. La compra de bueyes y ovejas era también legal (Deut 14:24-26), pues la idea era que quienes no pudiesen traer sus animales los comprasen en el templo con miras a sacrificarlos y participar del culto. Sin embargo, la alusión a las palomas es importante: estos animales eran las ofrendas típicas de las personas pobres, quienes no debían pagar por ellas (Lev 5:7, 11; 12:8; 14:22).

Tomando en cuenta este trasfondo, Jesús es explícito en denunciar el fin de lucro de los mercaderes. Así, en Juan, Jesús dice que estos han hecho del templo una “casa de mercado”, pero en los sinópticos la frase es más fuerte: “casa de ladrones”. Claramente, la crítica de Jesús es hacia la explotación económica. La frase “cueva de ladrones” no es nueva ni gratuita: es la misma que utilizó el profeta Jeremías para denunciar la explotación hacia los huérfanos, viudas y extranjeros que existía en el templo (Jr 7:6). De hecho, todo el capítulo 7 de Jeremías es una denuncia contra la corrupción del sistema religioso asociado al templo y su consecuente destrucción como parte del juicio divino. Creer que las acciones de Jesús tienen que ver únicamente con la defensa o “purificación” de un espacio sagrado sin tomar en cuenta la explotación económica a los pobres del lugar es una mala interpretación.

En consecuencia, si bien los mercaderes estaban bajo el amparo de la ley (salvo en el caso de la venta de palomas), Jesús cuestiona su actuar empleando la fuerza por el sistema de explotación que respaldaban. La principal motivación de Jesús es la defensa de las personas oprimidas por este régimen. Las acciones de Jesús no están amparadas expresamente bajo la ley, pero sí bajo la ética de la ley. En ese sentido, el “escándalo” realizado por Jesús no se compara con el verdadero escándalo de la explotación. La acción de Jesús pretende visibilizar esta injusticia estructural.

La actitud de Jesús

El evangelio de Juan añade una pista adicional que nos permite conocer el estado de ánimo de Jesús. Los discípulos, al verle, se acuerdan del pasaje de la Escritura: “El celo de tu casa me consume” (Sal 69:9). La frase no necesariamente denota enojo. La cita es la del Salmo 69, un cántico puesto en boca de una persona oprimida injustamente, de modo que a los sentimientos de enojo, también pueden añadirse los de sufrimiento, frustración, desesperación.

Es importante también considerar lo que Jesús hace después de que ha echado a los mercadores. No huye, no se esconde, sino que inmediatamente después se dirige a sus distintos interlocutores. En Marcos, se pone directamente a enseñar. En Mateo, se dedica a sanar a los enfermos. En Lucas, continúa predicando. Finalmente, en Juan debate abiertamente con sus detractores.

Se puede concluir, por tanto, que Jesús está lleno de indignación por la injusticia hacia las personas víctimas del sistema político-religioso de su tiempo. Jesús, además, no esconde sus acciones y afronta sus consecuencias con responsabilidad y con aquella actitud que lo caracterizaba: la parresía. Esto contrasta con la actitud de aquellos marchantes que se avergüenzan de lo que han hecho o no están dispuestos asumir las consecuencias de sus actos.

Las reacciones

Después de la toma, los evangelios narran diversas reacciones por parte de los oyentes de Jesús. En Marcos, recibe la acogida del pueblo, lo que impide la intervención de escribas y sacerdotes (los poderosos) que querían matarle. En Mateo, ciegos y cojos se acercan a Jesús para ser sanados. De igual manera, en Lucas es el pueblo el que acoge su acción e impide que los poderosos le hagan daño. En Juan, la situación no es diferente. Hay un debate con los judíos, quienes cuestionan su actuar, pero hay que recordar que en este evangelio el término “judío” está reservado para quienes no creen en Jesús y están de acuerdo con su muerte. Es un lenguaje más teológico que descriptivo.

Entonces, mientras que unos acogen la crítica de Jesús, otros, los poderosos, consideran que sus acciones son dignas de muerte. El evangelio claramente nos muestra cuál de estas actitudes es la que está equivocada.

Conclusión

Jesús tomó el templo, pero lo hizo de una manera particular: no daño a ninguna persona, denunció la injusticia estructural y empleó la fuerza física de manera intencional y canalizada estrictamente a los propósitos de su denuncia. Obtuvo también cierta legitimidad social. Dispuesto a enfrentar las consecuencias de sus actos, permaneció en el lugar a disposición de las autoridades que, incapaces de ver la justicia de su causa, buscaron y, de hecho, terminaron matándolo. De esta manera, Jesús se distancia de aquellas facciones que identifican la protesta con la violencia como una excusa para no atender a las injusticias que oprimen a la población. Pero también se distancia de quienes creen que la injusticia es una excusa para dañar a otros o para tirar la piedra y esconder la mano.


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El Eremita

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