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LA AUTORIDAD DE LA BIBLIA: REVELACIÓN, INSPIRACIÓN E INFALIBILIDAD

Publicado: 2023-03-03

La Biblia (del griego βιβλία, que significa “libros”) es el libro sagrado de la religión cristiana. La autoridad que los creyentes atribuyen a la Biblia proviene de la creencia de que este libro, si bien fue escrito por personas, también tiene como autor a Dios mismo. En ese sentido, a lo largo de la historia de la religión cristiana pueden identificarse tres creencias que justifican el carácter autoritativo o normativo de la Escritura para los creyentes: revelación, inspiración e infalibilidad. Estas creencias, que son al mismo tiempo conceptos teológicos, han sido y son objeto de estudio y controversia, si bien todas las iglesias que se precian de ser cristianas consideran estos términos pertenecientes a la ortodoxia de la fe. No obstante, existen ciertas divergencias en cuanto a la manera de definirlos. A continuación deseo describir las diferencias entre la lectura moderna de la Biblia de la lectura proveniente del fundamentalismo teológico, siendo este último el que impera en la mayoría de iglesias evangélicas.

a. Revelación

La revelación (Dt 29:29, Is 13:1, 2 Co 12:1, Gal 1:12,16, Ap 1:1) es el acto por el cual lo trascendente (Dios) es humanamente captado. Pero esta captación debe ser adecuadamente comprendida. Así, en la Biblia, Dios es captado (o revelado) a un grupo de personas que utilizaron su propio trasfondo histórico, cultural, político y religioso para poner por escrito sus propias experiencias con relación a la divinidad. Ellos captaron la divinidad de alguna manera, sintieron su presencia y su actuar en el contexto en el que vivieron, y estaban seguros de poder identificar a un Dios que les hablaba, que les indicaba su voluntad y que tenía un plan para sus vidas. No obstante, los autores bíblicos vivieron en un mundo absolutamente religioso, mágico, explicado por el mito, significado religiosamente por la lógica del sacrificio, inundado por potencias superiores, divinas y diabólicas; desde ese mundo, con esas concepciones a manera de anteojeras, captaron a Dios y pusieron el testimonio de esa experiencia por escrito. La "revelación", por tanto, no está desligada de la experiencia humano-finita: toda manifestación de lo trascendente debe, para poder convertirse en un testimonio escrito (la Biblia), pasar por la experiencia humana.

Esta definición de revelación, que puede ser compartida tanto por una la lectura fundamentalista como por una la lectura moderna de la Biblia, es objeto de interpretaciones distintas. Así, para la teología fundamentalista, si bien la revelación posee un elemento humano, es el elemento divino el que garantiza que todo lo escrito en la Biblia tiene un proyección eterna y verdadera, sin importar los contextos, tiempos y lugares. Desde esta perspectiva, la Biblia es un “manual de vida” cuya letra se debe aplicar al presente sin ningún tipo de adecuación o contextualización, pues ello llevaría el riesgo de tergiversar el contenido de la revelación.

Desde una hermenéutica moderna, sin embargo, el enfoque es distinto. Según este paradigma, la Biblia es revelada porque sus contenidos reflejan una experiencia humano-histórica de Dios propia de su contexto. En otras palabras, fue revelación de Dios para ese momento y los testimonios escritos acerca de Dios han pasado por el filtro de la subjetividad de hombres que vivieron en tiempos antiguos. Así, el mensaje escrito, en vez de ser un “manual de vida” que debe aplicarse al pie de la letra en las situaciones actuales constituye, por el contrario, una poderosa referencia para descubrir las respuestas a los problemas y desafíos -personales y colectivos- de hoy en día. En ese sentido, la Biblia no dice con exactitud lo que hay que hacer en el presente, sino que muestra cuál fue el mensaje de Dios captado por los antiguos como criterio que se debe tomar en cuenta a la hora de valorar las situaciones actuales. Por esta razón, para la lectura moderna, la Biblia requiere siempre un ejercicio de contextualización, ya que lo escrito en ella no fue pensado para las realidades actuales.

b. Inspiración

Si la revelación apela a la forma en que Dios se manifiesta a fin de ser captado por el ser humano, la inspiración apela más a los procesos subjetivos: ¿de qué manera los autores bíblicos escucharon la "voz" de Dios? Referirse a la Biblia como inspirada es pretender ahondar en un misterio: nadie puede volver en el tiempo y meterse en la mente de los autores bíblicos para averiguar de qué modo operó la inspiración divina. Asimismo, si bien la Biblia afirma de sí misma su inspiración (2 P 1:20-21; 2 Tim 3:16), no ofrece una definición del término, ni precisa de qué manera el aliento de Dios (theopneustos) hizo que los autores escribieran el texto. El elemento de misterio, así como la indefinición del término, abre diversas posibilidades para la especulación teológica, lo que originará, nuevamente, las divergencias entre la lectura fundamentalista y la lectura moderna de la Biblia.

El fundamentalismo teológico afirma que, al ser la Biblia inspirada, toda la información que aparece en ella proviene directamente de Dios. La inspiración, de este modo, supera los factores humanos del escritor, de modo que el autor es solo un instrumento de lo divino. El resultado, por tanto, es letra sacra, y la inspiración ha eliminado toda posible imperfección. Así, este paradigma tiende a resaltar el lado divino de la Escritura, por lo que la literalidad de la Biblia (incluso en aquellos pasajes difíciles de concebir para la mentalidad contemporánea, como los referidos a la violencia) deba ser siempre respetada, defendida y justificada. Así, la Biblia es auténtica “Palabra de Dios”. Puesto que Dios es el autor de la Escritura y Dios no se equivoca, la aplicación literal de la Biblia es el criterio de verdad, incluso si otras disciplinas o saberes (como la ciencia) se oponen a sus contenidos.

La perspectiva moderna, sin embargo, enfatiza que la Biblia es un testimonio sobre Dios y su voluntad pero en términos contextuales y humanos, por lo que en lugar de hablar de “la palabra de Dios”, prefiere referirse a ella como “palabra de Dios en palabras de hombres”. Dios inspira al autor sagradao, pero la mediación humana nunca desaparece, nunca deja de contribuir algo, con todas sus imperfecciones o limitaciones. Una importante consecuencia de concebir la inspiración bíblica de esta manera es reconocer que lo que la Biblia dice posee limitaciones en términos científicos, culturales, históricos e incluso éticos. Puesto que lo humano-finito ha mediado en la composición de la Biblia, no sería extraño encontrar en ella vestigios de patriarcalismo, nacionalismo, imperialismo, violencia, imprecisiones científicas, entre otros. De allí que los cristianos deban cuidarse de aplicarla literalmente a las situaciones actuales. Así, la lectura moderna de la Biblia busca evitar una lectura literalista y supernaturalista de la Biblia que sea insensible a los contextos actuales.

c. Infalibilidad

La infalibilidad es otro concepto teológico que el cristianismo histórico atribuye a la Escritura. Cabe preciar que la Biblia no dice de sí misma que sea infalible, sino que se trata de una deducción lógica sobre la base de la doctrina de la inspiración: si Dios ha inspirado la Escritura y Dios no puede fallar, por consiguiente, la Biblia no falla. Pero si bien la infalibilidad ha sido un concepto teológico que ha pertenecido a la doctrina cristiana durante siglos, este ha sido formulado de varias maneras. Ahora bien, una de esas formulaciones es la que propuso el fundamentalismo teológico a inicios del siglo XX, en el libro “The Fundamentals: a testimony of truth”, a la que puso el nombre de “inerrancia”.

Curiosamente, el término inerrancia, utilizado por el fundamentalismo teológico, no aparece en la Biblia. Se trata, según se ha dicho, de un concepto teológico. La Declaración de Chicago, inspirada por el fundamentalismo teológico, distingue entre infalibilidad e inerrancia, y afirma que quien cree en la infalibilidad debe creer también en la inerrancia. Para el fundamentalismo, la inerrancia significa que la Biblia no tiene errores, pero es más lo que se quiere decir con esta frase. Teólogos fundamentalistas como Hodge y Grudem afirman, en ese sentido, que la letra de la Biblia no se equivoca incluso en temas científicos, de modo que la Biblia es infalible no solo en el ámbito de la religión, sino también en el de la ciencia o de cualquier otra disciplina. Así, para el fundamentalismo, la Biblia es verdadera, incluso, en materia científica, por lo que siempre existirá la tendencia a pronunciarse con la Biblia en otros ámbitos del saber.

La lectura moderna de la Biblia, sin embargo, considera que es posible creer en la infalibilidad de la Escritura sin tener que creer en la doctrina de la inerrancia. De acuerdo con este paradigma, una lectura honesta de la Biblia puede admitir que esta presenta contradicciones consigo misma, errores en el campo de las ciencias naturales (por ejemplo, la imagen del universo envuelto en aguas separadas de la tierra por una cúpula llamada firmamento), errores históricos o que no se condicen con otras fuentes históricas y arqueológicas, y errores morales (por ejemplo, los genocidios ordenados por Dios en el AT). Por otro lado, considera que las afirmaciones de la Biblia se limitan únicamente a materia religiosa, pues es dudoso que la Biblia haya sido inspirada para ser un manual de ciencia. Antes bien, su contenido principal y esencial es la salvación. De esta manera, al creer en la infalibilidad, pero no en la inerrancia, el cristianismo se convierte en amigo del saber y del conocimiento científico, pues lejos de confundir las competencias de la religión, da lugar a una relación dialéctica entre el saber bíblico, el científico y el filosófico.

¿Cuál sería entonces el sentido de la infalibilidad para la lectura moderna de la Biblia? Ella estaría referida no a la letra de la Biblia, sino al mensaje salvífico que esta ayuda a transmitir. Pongamos un ejemplo con el relato del génesis: desde la perspectiva moderna la ausencia de error no estaría en el relato que señala que el mundo fue creado en 6 días, en la existencia histórica de Adán y Eva o si es posible que una serpiente sea capaz de hablar por influjo del demonio. Tratándose de un relato mítico, lo más probable es que su objetivo no haya sido una descripción historiográfica de los orígenes del mundo. Antes bien, lo que es importante aquí, es el mensaje salvífico, el cual se asume como verdadero y libre de error: la idea de que Dios creo el mundo, que busca lo mejor para el hombre y que el pecado es el gran problema de la humanidad. Así pues, la infalibilidad está referida a la veracidad o verdad del mensaje bíblico, antes que a las mediaciones utilizadas para ofrecer ese mensaje.

En síntesis, puede decirse que existen, en el ámbito protestante, dos maneras de comprender la autoridad de la Biblia: la lectura teológico-fundamentalista y la lectura moderna de la Biblia. Ambas pueden considerarse auténticamente cristianas, ya que creen en las tres doctrinas esenciales sobre la autoridad de la Biblia pertenecientes al cristianismo histórico: la revelación, la inspiración y la infalibilidad. No obstante, existen divergencias acerca de las implicancias de estas doctrinas tienen con relación a la naturaleza humano-divina de la Escritura. Corresponde a los creyentes y a las iglesias determinar qué paradigma es el más adecuado para superar los desafíos actuales.


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El Eremita

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