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CRISTIANISMO INMANENTE

Publicado: 2023-03-15

Lo inmanente, esto es, lo inseparablemente unido a la naturaleza de un determinado ser, es el término que he escogido para repensar la religión cristiana.

Parto de una intuición: que la naturaleza de Dios está unida a la naturaleza del mundo. Ello, en contraste con la concepción de que Dios es totalmente independiente de la naturaleza del mundo. ¿En qué consiste esa unión? Esto puede ser motivo de especulación y de difícil determinación, pero la idea de un Dios inmanente al mundo tiene, a mi juicio, mayores razones de base que la tradicional idea de un ser supremo independiente de los seres creados. Una idea tal no es nueva, forma parte de la ortodoxia teológica, pero mi intención es retomar esta idea y llevarla hasta sus últimas consecuencias en el marco del cristianismo que me ha tocado vivir.

Afirmar que el cristianismo es inmanente no implica negar la trascendencia ni degradarla para equipararla a la naturaleza del mundo (panteísmo). Significa, por el contrario, que la vía para acceder a lo trascendente tiene como punto de partida la experiencia humana y que su realización se da, sí y solo sí, a través de ella.

En virtud de su inmanencia, el cristianismo ya no ha de ser leído a la luz de dos libros separados: el del texto sagrado y el de la naturaleza, sino que ambos libros deben ser uno solo. Esto tiene múltiples consecuencias, aunque aquí, por ahora, solo menciono cuatro:

1. Un mismo fenómeno puede ser descrito, tanto por el lenguaje religioso, como por el no religioso. La divergencia de significados entre un lenguaje y otro no implica necesariamente contradicción. Ante una presunta contradicción, el creyente no puede asumir que el lenguaje religioso debe prevalecer sobre el lenguaje no religioso, como usualmente se suele creer. La yuxtaposición de lenguajes es posible y ello tiene dimensiones éticas: acerca a las partes, no las aleja.

2. Los contenidos metafísicos de la religión son menos importantes que los contenidos fenomenológicos. Esto es así, porque los primeros, al ser especulativos, resultan ser falibles. Los segundos, por el contrario, son comprobables a la luz de la experiencia, de modo que cuentan con un grado mayor de certeza. Más aún, un cristianismo inmanente defiende la idea de que los elementos metafísicos de la religión cristiana se originan en los elementos fenomenológicos de la misma.

3. La creencia religiosa más verdadera será aquella que se encuentra respaldada por la mayor cantidad de sistemas lingüísticos y/o epistémicos. Ante dos formas de interpretar una creencia religiosa, debe primar aquella que se encuentra respaldada por otros sistemas lingüísticos y/o epistémicos.

4. El cuerpo y sus impulsos forman parte de una dinámica que participa de lo divino. Su negación o exacerbación son extremos que deben ser resistidos.

Estas cuatro premisas (entre otras) sirven a mi propósito de reconciliar el cristianismo con la experiencia humana. Sirven a mi propósito de reformar la religión para salvar la fe y hacerla fructífera para el género humano. Más aún, sirven como correctivos a un cristianismo, el actual, que se encuentra desconectado con la experiencia humana. Así, por ejemplo, la primera premisa pretende superar las enemistades entre creyentes y no creyentes; la segunda busca tumbarse las barreras racionalistas que los dogmas cristianos poseen y que impiden su aceptación por parte de las mentalidades contemporáneas; la tercera, permite conciliar la religión cristiana con las perspectivas de las otras disciplinas y saberes y, la última, con el cuerpo y la sexualidad humana.


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El Eremita

Blog sobre religión, para una reforma de lo religioso en contextos plurales y secularizados