#ElPerúQueQueremos

¿POR QUÉ SIGO SIENDO CRISTIANO?

EL CRISTIANISMO EVANGÉLICO EN CRISIS

Publicado: 2023-07-19

Motivaciones

1. Elegí el título de este escrito poniendo en tela de juicio la religión en la que creo. Con ello, pretendo interpelar a dos tipos de lectores a quienes me dirijo: los que se precian de poseer, practicar y predicar el verdadero cristianismo, y los que lo rechazan. Cuestiono a los primeros (a quienes llamo hermanos) el no ser capaces de cuestionar el estado del cristianismo actual y, a los segundos (a quienes considero amigos), su incapacidad de ver aquello que hay de bueno en él. Entonces, mi crítica es contra la acriticidad de unos y la condena de otros. En las siguientes líneas, sin embargo, pretendo afirmarme en un punto medio: la posibilidad de abrazar y valorar un nuevo cristianismo, uno que emerja de una reforma, y en el que la espiritualidad posea una dimensión central. Mis reflexiones se centran especialmente en el cristianismo evangélico.

Acerca de la religión

2. Toda religión se compone de al menos cinco dimensiones: 1) un sistema de fuentes que establece sus creencias esenciales (siendo la fuente principal una determinada revelación), 2) una teología (o teologías) de carácter hegemónico que pretende justificar y dotar de coherencia racional a dichas creencias, 3) un conjunto de creencias, contenidas en el sistema de fuentes, que poseen un carácter mítico y metafísico, 4) una institucionalidad que se encarga de regular la interpretación y la praxis de la religión que se posee y 5) una espiritualidad practicada por la comunidad de personas que practica dicha religión.

Crisis de legitimidad

3. Tratándose del cristianismo actual, cada una de estas dimensiones es aquejada por una serie de factores internos que explican la crisis de legitimidad del cristianismo en general. Esta crisis no es total ni universal, pero hay que reconocer que las reticencias hacia las formas institucionalizadas de la vida religiosa se han incrementado y lo mismo parece ocurrir con el fenómeno de la increencia. Deseo detallar a continuación en qué consiste tal crisis, pero primero debo aclarar a qué me refiero con “factores internos”. La falta de legitimidad del cristianismo no es originada por elementos externos a sí mismo, como lo podrían ser el rechazo de las personas a la religión o la existencia de ideologías o corrientes de pensamiento que se oponen a ella. Por el contrario, mi punto es que el cristianismo que es enseñado, predicado y vivido hoy en día contiene elementos que traicionan su propia esencia, sin que exista la suficiente masa crítica dentro del propio cuerpo de creyentes como para identificar el problema.

La cuestión de la Escritura y su interpretación

4. Esta crisis interna puede ser descrita considerando los elementos esenciales que componen la religión cristiana. Así, en primer lugar, en lo que concierne al sistema de fuentes, la Biblia ciertamente ocupa un lugar central en la religión cristiana, pero existe un doble problema: uno que concierne a su interpretación y otro referido a las fuentes que la acompañan. Por un lado, el cristianismo evangélico actual propugna una lectura literal de las Escrituras. El sentido literal, por supuesto, es el sentido primario en la interpretación de cualquier texto, pero lo que hace el evangelicalismo es afirmar que este debe ser el único sentido aplicable a todo contexto histórico y geográfico. El entrampamiento en el que cae este literalismo, sin embargo, es que su aplicación lleva a consecuencias contrarias al valor del amor evangélico, a un enfrentamiento con los saberes no cristianos y peca de inconsecuente. Va contra el amor porque el literalismo bíblico justificó conductas que, a la luz de la letra de la Biblia, tuvieron el aval divino, como por ejemplo la conquista de pueblos extranjeros (), la caza de brujas (Ex 22:18), la esclavitud (Lv 25:44; Ef 6:5ss), la pena de muerte (Ex 21:23-25); además de justificar actualmente la subordinación de las mujeres (1 Tim 2:12-14), la exclusión de las personas homosexuales (Lv 20:13; Ro 1:27) y el desdén hacia la ciencia si se asume como histórico el relato del Génesis (entre otros pasajes). Pero además de ello se presenta como inconsecuente, porque ciertas enseñanzas bíblicas como renunciar a todos los bienes (Lc 14:33), vivir compartiendo las posesiones en común (Hech 2:44) o la prohibición de las mujeres de enseñar (1 Tim 2:12-14) no es algo que los evangélicos vivan actualmente. Estas contradicciones constituyen una barrera para que muchas personas quieran o si quiera piensen en hacerse cristianas.

5. Por otro lado, aunque la Biblia es la principal fuente autorizada, no debería ser la única fuente como el evangelicalismo actual enseña. Esto por tres razones. Primero, porque la misma Biblia menciona otros elementos adicionales al texto sagrado para hallar la voluntad divina, como es el caso de las buenas obras que generan vida y liberación (Jn 10:38), el razonamiento moral (Ro 2:14,15), el Espíritu Santo (), el tribunal de la conciencia (2 Co 1:12) o las buenas costumbres (1 Co 11:16). A pesar de ello, el cristianismo evangélico se empecina en creer únicamente en aquello que aparece en la letra de la Biblia, aún cuando esta pueda entrar en conflicto con la realidad, con lo que genera vida, con la racionalidad o con el sensus fidelium. En tanto que la Biblia es texto, este siempre es susceptible de interpretación. Las interpretaciones pueden rivalizar y para ello se necesitan criterios adicionales para saber qué interpretación es válida o mejor. La idea de que el texto es claro en sí mismo es solo una ilusión que evita reconocer el justo lugar que tienen los elementos interpretativos antes mencionados.

6. Segundo, porque no solo la Biblia da testimonio de Dios, sino que también lo hace la creación. En efecto, la realidad creada, la naturaleza, es buena (Gn 1:31) y da testimonio de Dios, revelándole (Ro 1:19,20). Siendo esto así, las leyes de la naturaleza, su descubrimiento y comprensión, deberían ser tomadas en cuenta, a la par de la Biblia, para asumir posturas de la más diversa índole. Precisamente por ello, la ciencia, que es la principal herramienta para comprender la realidad natural, debe ser una fuente necesaria y complementaria a la Escritura en la medida que nos ayuda a comprender el libro de la naturaleza, libro también creado por Dios. Lamentablemente, en el mundo evangélico, la postura hacia la ciencia es antagónica: cuando el saber científico contradice la letra de la Biblia, se considera falso de inmediato. En lugar de abrirse a la posibilidad de que la ciencia pueda cuestionar la interpretación literalista y conciliarse con otros sentidos de interpretar la Escritura, dicho método desprestigia el cristianismo dotándolo de un carácter anti-intelectual y anticientífico.

7. Tercero, porque la Biblia nos muestra el mensaje de Dios para contextos y momentos determinados. La Historia, sin embargo, nos muestra que otros contextos han existido a más de 2000 años de cristianismo. De ahí la importancia de la tradición histórica, que nos muestra cómo los creyentes del pasado aplicaron la Biblia a sus respectivos contextos. El hecho de que el cristianismo evangélico preconice un sentido muy peculiar de la “Sola Scriptura” que lo lleva a ignorar el conocimiento de la tradición histórica resulta peligroso porque impide aprender de los errores interpretativos del pasado. Esta falta de conciencia histórica, que subjetiviza la interpretación de la Biblia y multiplica innecesariamente la existencia de interpretaciones, iglesias y denominaciones, es también una barrera para muchos que se preguntan con sinceridad si vale la pena hacerse cristiano.

Los problemas de la teología evangélica

8. En segundo lugar, consideremos la teología evangélica, la cual yerra, a mi juicio, en tres aspectos: la teología bíblica, su antropología teológica y su teología política. Empecemos con el primero de estos puntos que, en realidad, determina los otros dos siguientes. La teológica evangélica pretende ser, en esencia, una teología bíblica, por cuanto pretende hallar todas las respuestas en la Biblia y nada más que en ella. Esto, sin embargo, es una ideal inalcanzable, ya que la Biblia no lo contiene todo. No obstante, para alcanzar esta pretensión, la teología evangélica, como cualquier otro sistema racional, se vale de presupuestos y conceptos construidos con el fin de convertir la Biblia en un sistema omniabarcante. Para tal efecto, tres son los conceptos teológicos esenciales (curiosamente, ninguno de ellos es posible hallarlo en la Escritura): la inerrancia bíblica, la doctrina de la suficiencia y el método inductivo.

9. La inerrancia bíblica, un dogma que eleva el literalismo bíblico al plano de verdad absoluta, falla por cuanto la misma Biblia presenta inconsistencias irreconciliables, como el hecho de afirmar expresamente cosas que ningún cristiano creería actualmente (como por ejemplo, que la parusía se dio en el siglo primero (Mt 24:27,34; 1 Tes 4:17)), o por el hecho de contener mandatos divinos de carácter atroz (como por ejemplo, que una mujer se case con su violador (Deut 22:28-29)).

10. Por otra parte, la doctrina de la suficiencia de las Escrituras postula que la Biblia no solo tiene autoridad en materia salvífico-religiosa, sino en cualquier ámbito, incluso el científico y el político. No obstante, el problema de este salto epistemológico es inevitablemente el menosprecio del saber no cristiano, en la medida en que no solo se interpretará como opuesto todo saber que contradiga la Biblia, sino, incluso, aquél saber que afirma cosas que no se encuentran en ella. Así, pues, no debe sorprendernos que, para la mayoría de creyentes, como así ocurre de facto, lo que no está en la Biblia es malo.

11. En cuanto al método inductivo, se trata de una forma muy particular de hacer interpretación bíblica para adoptar posturas en cuestiones contemporáneas. Este método opera a través de formarse una opinión a partir de todos los pasajes bíblicos que hablan de un tema en particular. Así, por ejemplo, si el creyente de hoy quiere hacerse un juicio sobre la amistad, deberá buscar todos los pasajes bíblicos que hablen de ella y extraerá así sus conclusiones. Como es evidente, el problema con este método es que no todos los temas pueden hallarse en la Biblia (por ejemplo, temas como la forma democrática de gobierno o los métodos anticonceptivos). Además, el privilegio de la intertextualidad sobre el contexto particular de cada libro de la Biblia tiende inevitablemente a llevar a respuestas anacrónicas.

12. Tal es la teología bíblica que existe en las iglesias evangélicas. Esto significa que los creyentes, en la mayoría de comunidades de fe, no son solo enseñados en Biblia, sino que también son instruidos, acaso sin darse cuenta, en un sistema ideológico-racional que acompaña dicha lectura. Si bien esta teología bíblica evangélica trae consigo ventajas vitales y existenciales al crear un sistema cerrado y total que ofrece certezas simplificadas y absolutas en base a la letra de la Biblia, tiene como negativa consecuencia el aislacionismo y la exclusión respecto de todo saber no bíblico. Esto origina una tensión: hace del cristianismo, la religión del amor, una religión de la verdad absoluta y, puesto que la verdad en el sistema racional evangélico debe trazar su límite frente a lo no-bíblico. la consecuencia resulta ser, en la práctica, un talante anticientífico, etnocéntrico y siempre suspicaz frente a lo no evangélico. Semejante tendencia, como es de esperarse, no resulta atractiva para aquellas personas sinceras que deben ponderar entre aceptar o no la fe cristiana.

13. El segundo problema de la teología evangélica es la presencia de una antropología demasiado negativa (una mala derivación del énfasis en la doctrina de la justificación por fe). El punto que cuestiono aquí es la confusión entre moralidad y ontología. La Biblia presenta al ser humano como pecador, pero esta es una interpretación moral del hombre, no es una posición científica ni ontológica. Tomarnos en serio la diferencia entre moralidad y ontología implica afirmar lo siguiente: la tendencia del ser humano a pecar no nulifica las facultades que le son inherentes como la imaginación, la racionalidad y la empatía. Esto significa que toda persona, si bien puede considerarse pecadora, puede imaginar, razonar y mostrar amor y empatía de manera adecuada. Decir estos es importante, porque existe una tendencia en los creyentes evangélicos a dejar de lado los aportes y virtudes de las personas y saberes no cristianos. Esta antropología demasiado negativa, que confunde moralidad con ontología, es percibida por los no evangélicos como excluyente con toda razón.

14. El tercer problema es la teología política evangélica, la cual, en los últimos años, ha generado mayor animadversión hacia el cristianismo evangélico que cualquier otra cosa. Hoy por hoy, los evangélicos son socialmente muy conocidos, no por su amor al prójimo, sino por su acérrima posición contra las personas LGTBI, el feminismo y la ideología de género. Pero hay que entender qué es lo que hace que la teología política evangélica se muestre tan incompatible con los valores más sagrados de occidente, como lo son la democracia, los derechos humanos y la convivencia en tolerancia. Creo hallar dos razones principales. Por una parte, la teología política evangélica es una de carácter práctico antes que teórico, pues se alimenta de la militancia antes que de una reflexión intencional que busque articular la fe con los valores democráticos. Por otra parte, como consecuencia de lo anterior, existe una proyección de la teología bíblica evangélica hacia la cuestión política, lo que explica por qué los evangélicos participen en política desde los postulados dogmáticos de la Escritura (todos ellos orientados por la inerrancia, la suficiencia y el método inductivo) en lugar de crear una nueva reflexión, contextualizada, sobre la forma de hacer política cristiana en un contexto plural y secular.

El desafío metafísico

15. Desde los inicios de la modernidad, los elementos metafísicos de la religión siempre se han presentado como obstáculos para creer. “Dios”, “cielo”, “infierno”, “alma”, “ángeles”, “demonios”, “resurrección”, “inerrancia”, “milagros”, así como la idea de que las narraciones bíblicas son verdades históricas o científicas precisas constituyen una verdadera barrera cognitiva para posibilitar la creencia en muchas personas. Tales elementos metafísicos, entendidos como realidades no susceptibles de evidencia, son inherentes a toda religión y es imposible pensarla o practicarla sin ellos. No obstante, son susceptibles de ser reinterpretados y actualizados a la luz de cada contexto histórico, tomando en cuenta los conocimientos que tenemos de la realidad en cada presente. Por supuesto, la idea de “actualizar” genera aversión en muchos creyentes evangélicos, pero debemos recordar que lo que se actualiza no es Dios, sino nuestra comprensión acerca de él; no es la Escritura, sino nuestros métodos de interpretación. Los elementos poco creíbles de la religión deben entenderse en su sentido original: el religioso. Esto es, como símbolos provenientes de un contexto vital particular que posibilitan la experiencia religiosa. Pero esta interpretación no es popular en el mundo evangélico. Lo que abunda es una actitud opositiva contra las personas que cuestionan la Biblia por sus contenidos metafísicos que intenta sacar “argumentos” o “evidencias” de debajo de las piedras para defender los elementos metafísicos de la religión. Esto es lo que precisamente caracteriza la mala influencia de la “apologética evangélica”. Ella, o bien busca infructuosamente demostrar la verdad de la religión con argumentos no religiosos, mezclando papas con camotes (escuela evidencialista), o bien intenta hacer de la Biblia una verdad absoluta, exclusiva y cerrada a la cual solo puede accederse con fe, pero con la contradictoria idea de que debe aplicarse a quienes no tienen fe en ella (escuela presuposicionalista). El primer intento es racionalista y el segundo en extremo fideísta.

16. Frente a ello, deberíamos reconocer que la Biblia es producto de la racionalidad de su tiempo, pero, al mismo tiempo, es poseedora de valores religiosos que trascienden tal racionalidad. Contrarrestando así los efectos de la apologética evangélica, ya no es necesario defenderse de nadie, sino que es mejor entablar diálogo con quienes enfrentan el desafío cognitivo. Nadie se convierte en cristiano por tener conceptos claros o por tener una metafísica coherente, sino por hallar en el evangelio verdades existenciales que apelan a un cambio auténtico de vida. Por tanto, actualizar las realidades metafísicas de la religión cristiana es más un ejercicio intelectual que religioso, pero, por ello mismo, no esencial para el creer, por lo que debería dejarse de temer a toda reinterpretación en estas materias.

Malestar frente a la institucionalidad eclesiástica

17. No son pocas las personas que, aún considerándose cristianas y evangélicas, han dejado de participar en alguna iglesia. De igual manera, muchos no evangélicos son suspicaces frente a la idea de insertarse en una. ¿Por qué esto es así? Entre las razones que conciernen a los factores internos menciono tres: la ausencia de una cultura democrática, el abuso religioso y la desmedida proliferación de iglesias. El primer problema es el de una cultura autoritaria en la que los canales institucionales para que los creyentes gobiernen la iglesia junto con los líderes son escasos. Por supuesto, no estoy diciendo que los líderes evangélicos sean autoritarios, pero las estructuras institucionales a menudo sí lo son al dejar las decisiones en uno o un grupo de líderes. Entre estas decisiones se tienen: el destino del presupuesto, la establecimiento y revocación de la disciplina eclesiástica, el nombramiento de pastores, la estructura organizacional, las posturas institucionales (lo que implican posturas religiosas, sociales y políticas). El abuso religioso es otro problema conectado con una institucionalidad poco democrática, ya que los canales para denunciar o apelar las conductas violentas contra los miembros de la congregación son casi nulas y, si existen, no son imparciales. La pastoral, cuando existe en algunas iglesias, tiende en ocasiones a cierto grado de control cuando es aplicada a jóvenes y adolescentes, al punto que el pastor, en lugar de un consejero, se convierte en una autoridad que “otorga permiso” sobre los que adolescentes y jóvenes deben hacer. En cuanto a la proliferación de iglesias, este es un problema que la teología ecuménica ha señalado desde hace tiempo. Pero la animadversión y confusión dentro del mundo evangélico hacia el ecumenismo y la inexistencia de espacios articulados para la acción común entre las iglesias es tan grande que lo que se transmite es una total falta de unidad, en vez del espíritu fraterno para hacer acciones comunes entre las iglesias. Por tanto, no es de esperar que, frente a estos problemas, las iglesias resulten ser poco atractivas.

La espiritualidad evangélica

18. Y así llegamos a la espiritualidad evangélica, que considero el elemento por el cual aún puedo seguirme considerando cristiano. Sería muy extenso referirme aquí a la espiritualidad cristiana en general, respecto de la cual la espiritualidad evangélica agrega un énfasis particular, centrado en el evangelio de la justificación por fe, la conversión personal, la vida en comunidad, la conexión con el texto sagrado y la experiencia carismática (o pentecostal). En la práctica, he podido descubrir, además, una particular vivencia de la fe y el amor (virtudes cristianas esenciales), cuya descripción sería demasiado larga como para explicarla aquí. Sin embargo, considero importante mencionar dos problemas que aquejan la espiritualidad evangélica. El primero de ellos es el excesivo énfasis en una única dimensión del evangelio (la justificación por fe), en desmedro de otras dimensiones, como lo es el “Reino de Dios”, mensaje central que sitúa la Buena Nueva hacia una humanidad no solo caída, sino aquejada por la exclusión y la desigualdad material, de modo que la iglesia debería reflejar la nueva sociedad que el Reino instaura.

19. El segundo problema compendia todo lo dicho anteriormente en este ensayo. El cristianismo evangélico ha puesto tan en el centro la cuestión bíblica, su propia teología, los dogmas y la institucionalidad eclesiástica que todos estos elementos tienden a eclipsar lo que se suponía era el verdadero centro: la espiritualidad. Esos elementos tienden a ahogar la fe como los espinos ahogan la semilla del reino. La fe y el amor, virtudes cristianas por excelencia, no pueden revelar su propio potencial si no son liberadas de los problemas que hemos descrito antes.

20. Es importante aprender a definir la fe en términos no religiosos. La fe se presenta como un tipo de racionalidad que implica el reconocimiento de la debilidad humana. Se cree en Dios porque no se puede seguir siendo ser humano (recordemos el poema de Neruda, Walking Around: “A veces me canso de ser hombre”). Consiste en un no-poder, completamente opuesto a la moral, pues a diferencia de esta no está centrada en la voluntad. Soltar, aceptar que uno no puede por sí mismo, comprender que la realidad constituye un fluir en el que podemos descansar y sentirnos seguros, eso es la fe. La fe activa, en ese sentido, una nueva manera de ver la realidad, la encanta con su nueva visión, vuelve la realidad hablante porque su expectativa es la de la respuesta que uno no puede hallar en ningún lado. La realidad hablante, esa que presenta sus señales y que el individuo puede captar como respuesta a su oración, confiere sentido y demuestra su principal hipótesis: que Dios, aunque incomprobable, existe y responde. La fe es, por eso mismo, una nueva racionalidad de ver las cosas y, en ese sentido, constituye un elemento muy valioso para un mundo en el que las personas deben lidiar con enfrentar una realidad hostil, angustiante y que reserva el destino de cada individuo a la fuerza de voluntad de cada uno, del extremado ejercicio de la autonomía y de la voluntad que nunca se puede cansar. Pero cuando la letra, los dogmas, los líderes eclesiásticos o la teología preparan de antemano recetas y verdades absolutas que ofrecen seguridad entonces se ha matado la fe.

21. El amor cristiano, asimismo, descrito en términos no religiosos, se caracteriza por ser gratuito, encarnativo y extremo. Nuevamente, la moral no tiene parte aquí (por eso se trata de una virtud religiosa), ya que la voluntad se niega a quebrantar la ley de la autosupervivencia y difcílmente puede hallarse una justificación racional a entregarse in extremis por los demás. Pero nótese aquí la conexión entre el amor y la fe: solo quien ha podido confiar en que no puede, quien ha aprendido a entrenarse en esta racionalidad, es capaz de ser los suficientemente desprendido como para amar según las características antes descritas. Amor y fe, pues, son los elementos centrales de un nuevo vitalismo que confiere sentido a la vida y desarrolla un tipo de arrojo existencial que permite construir un mundo mejor. Tal es el verdadero aporte del cristianismo a la cultura humana. El evangelicalismo actual, sin embargo, a pretendido priorizar la verdad al amor. Quizá ha olvidado que la verdad cristiana es el amor y no las recetas fijas e inmutables que encuadran los espíritus para hacer prevalecer la letra o los consensos teológicos.

Entonces, ¿por qué sigo siendo cristiano?

22. Sigo siendo cristiano porque continúo creyendo en el potencial espiritual y cultural de esta religión. La espiritualidad cristiana, particularmente la evangélica, centrada en la fe y el amor evangélicos, me provee de un vitalismo a mi existencia que me otorga distintividad, identidad y sentido frente a la adversidad. Pero mi cristianismo se afirma, al mismo tiempo, en un sentido "negativo": soy cristiano porque mantengo viva una vocación de reformador, porque en la lucha de hacer brillar el auténtico cristianismo hallo una tarea, una misión, un sentido de la vida que me potencia y energiza. Aún conservo mi cristianismo porque con él puedo luchar contra la cristiandad. Porque en mis vivencias personales puedo practicar los ideales de la fe y el amor de cara a la oposición del sistema eclesial. El cristianismo es para mí, pues, un vitalismo no solo identitario, sino vindicativo.

23. Soy cristiano porque mi fe un una reforma del cristianismo evangélico se mantiene en pie: en lugar del literalismo bíblico procuro una lectura contextual; en vez de la vieja teología bíblica adopto una que reconoce las fuentes humanas de nuestras experiencias de lo divino y un concepto apofático de Dios que nos libra de la tiranía de las verdades absolutas; en lugar de los dogmas metafísicos creo en convicciones colectivamente compartidas que se valen de los descubrimientos y saberes humanos para ser explicados; en vez de los modelos piramidales eclesiales predico la democratización de la iglesia; en lugar de una espiritualidad debilitada por los elementos patológicos de la religión practicare su centralidad con radicalidad y valor. Llega la hora, y ahora es, en que la autocrítica del cristianismo es el punto de partida de su propia revitalización.


Escrito por


Publicado en

El Eremita

Blog sobre religión, para una reforma de lo religioso en contextos plurales y secularizados